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Á fe mía, Chandos, dijo el príncipe mientras cabalgaba junto al canciller por las estrechas y tortuosas calles de la ciudad, camino del palenque; bien quisiera yo romper una lanza en estas justas, suponiendo que los jueces de campo no me creyesen indigno de alternar con tan famosos campeones.

5 Asimismo quemó los huesos de los sacerdotes sobre sus altares, y limpió a Judá y a Jerusalén. 8 A los dieciocho años de su reinado, después de haber limpiado la tierra, y la Casa, envió a Safán hijo de Azalía, y a Maasías gobernador de la ciudad, y a Joa hijo de Joacaz, canciller, para que reparasen la Casa del SE

Luego pasó á la universidad de París á estudiar Teología, i tomar él grado de maestro, i así por la fama que todos tenian de sus muchas letras como de sus no vulgares virtudes, logró la dignidad de arcediano de Treviño, de obispo de Cartagena, i despues de Burgos, i á mas la de canciller mayor en los reinos de Leon i de Castilla.

Cuando esto decía, el señor de Bismarck miraba á Pacorrito con expresión de burla tan picante y maligna, que nuestro insigne héroe se llenó de coraje. En el mismo instante, el tuno del Canciller disparó una bolita de pan con tanta puntería, que por poco deja ciego á Migajas. Pero éste, como era tan prudente y el prototipo de la circunspección, calló y disimuló.

18 Y llamaron al rey, y salió a ellos Eliacim hijo de Hilcías, que era mayordomo, y Sebna escriba, y Joa hijo de Asaf, canciller. Mas ¿en qué confías, que te has rebelado contra ? Tal es Faraón rey de Egipto, para todos los que en él confían.

Un paje le anunció que su señor se proponía visitar aquella noche al canciller de Chandos y deseaba que sus dos escuderos se alojasen en el hostal de la Media Luna, al fin de la calle de los Apóstoles. Al cual mesón se dirigieron Roger y Gualtero al anochecer, después de su larga comida y de oir los brindis y canciones con que pasaron rápidas las horas en compañía de los otros alegres escuderos.

Y uno en otro confiados Viven en su amor tranquilos. ¡Ah, qué santas alegrías! ¡Ah, qué goces no sentidos Vuelan como blancas hadas Por la cuna de los hijos! ¡Cada cuadro es un recuerdo, Cada mueble es un amigo, Cada lágrima es un beso, Cada dicha es un suspiroMi marido abrió los brazos. ¡Qué alegría, Dios mío! Y es que no hay canciller como un poeta lírico para «hacer las paces...»

Pendones son esos que podrán estarse aquí en fila, esperando turno, pero que han figurado y figurarán siempre en primera línea en los campos de batalla. ¡Bienvenidos, señores! ¡Qué alegría la del canciller De Chandos cuando vea y abrace á sus predilectos compañeros de armas! Por aquí, caballeros. Vuestros escuderos son sin duda dignos del renombre de sus señores.

2 Y el rey de Asiria envió a Rabsaces con gran ejército desde Laquis a Jerusalén al rey Ezequías; y asentó el campo a los caños de la pesquera de arriba, en el camino de la heredad del Lavador. 3 Y salió a él Eliacim hijo de Hilcías, mayordomo, y Sebna, escriba, y Joa hijo de Asaf, canciller.

Aquel paso creó vivo interés en el pueblo y fue saludado con aclamaciones. La Princesa era popularísima y el Canciller mismo no había vacilado en decirme que cuanto más asiduamente hiciese yo la corte a mi noble prima y cuanto antes se verificase la boda, tanto mayor sería la satisfacción de mis subditos, y, por consiguiente, la popularidad del nuevo soberano.