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¿María Elvira Funes? repetí. Ningún grado ni ninguna inclinación. La conozco apenas. Y ahora... No, permítame me interrumpió. Le aseguro que es una cosa bastante seria... ¿Me podría dar palabra de compañero de que no hay nada entre Vds. dos? ¡Pero está loco! le dije al fin. ¡Nada, absolutamente nada! Apenas la conozco, vuelvo a repetirle, y no creo que ella se acuerde de haberme visto jamás.

Tenían una cama pequeña para el oso pequeño, una cama mediana para el oso mediano, y una cama grande para el oso grande. 15 Y esto era todo. Una mañana tenían sopa para el almuerzo. Echaron la sopa en los platos. Pero la sopa estaba tan caliente que no podían tocarla con la lengua. Los osos, como Vds. saben, no emplean ni cucharas, ni cuchillos, ni tenedores.

Ahora bien, señoras mías; ya tienen Vds. lo que les prometí; ya todas se han remozado. Vd. tenía ayer noventa años, ahora tiene cincuenta; Vd. ayer cincuenta, hoy treinta y cinco. Hablando así las despachó a todas tan corridas como puede 30 suponerse.

Pero, si despreciando este dulce llamamiento y convite, quisieren Vds. sorprenderme, experimentarán despues el castigo rigoroso que previene nuestro Monarca en su edicto, del que remito un tanto, sacado á la letra, para que Vds. se impongan de los fines tan santos y rectas intenciones que lleva enderezadas en esta empresa.

Pero, señora, respondió; pero, Carmen; ¿quién ha dicho a Vds. que yo tenía rencor? ¿Y por qué había de tenerlo? Era yo vicioso, señor alcalde, y por eso me entregó Vd. a la tropa. Bien hecho: de esa manera me corregí y volví a ser hombre de bien. Era yo un ocioso y un perdido, Carmen: tu eres una niña virtuosa y buena, y por eso cuando te hablé de amor me dijiste que no me querías.

Siéntense Vds., hijas mías, mientras refiero estas cosas al señor capitán, añadió el cura, dirigiéndose a la señora y a Carmen, quienes tomaron un asiento junto al alcalde. Pablo era un joven huérfano de este pueblo, y desde su niñez había quedado a cargo de una tía muy anciana, que murió hace cuatro años.

Sean Vds. felices ¡qué diantre! ya era tiempo, porque los dos se estaban muriendo por no querer confesarlo. Acérquese Vd., Pablo, a su amada, y dígale que es Vd. el hombre más feliz de la tierra: aparte Vd. esas manos, hermosa Carmen, y deje a este muchacho que lea en esos lindos ojos todo el amor que Vd. le tiene; y que el juez y el señor cura se den prisa por concluir este asunto.

Señores redactores de La Tribuna: Muy señores mios: si vds. se dignan dar un lugar en las columnas de su apreciable y liberal periódico al siguiente artículo, dispensarán en ello, ademas de un favor á su autor, un especial servicio á la nacion, dando por este medio alguna idea, aunque muy lijera, de la importancia y utilidad de nuestras ricas Islas Filipinas, y desvirtuando las especies é invectivas que de contrario se han circulado en cierto folleto, y motivan esta manifestacion. = Estimará á vds. con todo el aprecio que se merece este favor su afectísimo S. Q. B. S. M. = Un español.

La sesta, y última transicion se conjuga por todos los números, modos y tiempos, del mismo modo que los verbos simples, y se forma con la interposicion de la partícula huu, ó como se pronuncia, vu, por ejemplo. Ayuhui El se ama. Ayuhuim'n Vds. se aman.

Vengo en busca de mi marido, del príncipe Jalma. ¿No le conoce Vd. señora? El Norte, que me trajo, dijo que pudieran Vds. darme noticias de él. 120 Yo no le conozco, hija; pero es probable que mi hijo le conozca. La madre del Sur la escondió debajo de una olla y pronto se oyó un gran ruido y llegó el Sur. ¡Hu-u-u-u! a carne humana huele aquí!