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Dios la perdonara. El caso es que recurría en el apuro a la cocina de Vegallana, u otra de buena casa, las más veces a aquella. Allí se hacía todo.

Al día siguiente corrí a casa de Magdalena. Había salido. Volví los días siguientes: no había medio de encontrarla. Adquirí la convicción de que no respondía de misma y recurría a medios de defensa que fuesen a toda prueba.

Si eran buenas, mi amigo argumentaba con sofismas que sus compañeros no acertaban nunca a distinguir; si eran vacías y fuera de propósito, Porras recurría a la sátira para quemar a los buenos señores. Los cuentecillos venían al fin.

Para una dueña de casa es un martirio que una señorita planche. Hablé a unos y otros; me ayudó también Jorge, mi marido, que recurría a su hermano Raúl, cuando ya no sabíamos a quién endosársela. Así logramos que bailara casi toda la noche.

Pero salía por un ojo de la cara el guisar como el Europeo, según doña Águeda. Cuando se trataba de una gran comida o merienda de la aristocracia, ella dirigía las operaciones en la cocina del marqués de Vegallana y entonces recurría al Europeo. En su casa había muy poco dinero y allí se contentaba con las recetas que heredara de sus mayores.

Además, las señoritas de la Lage, por su alcurnia, por los humos aristocráticos de su padre, y la especie de aureola con que pretendía rodearlas, por su belleza, eran blanco de bastantes envidillas y murmuraciones: cuando no se las motejaba de orgullosas, se recurría a tacharlas de coquetas.

Si los acreedores se mostraban amenazantes, recurría al «secretario». Debía ver á mamá inmediatamente: él quería evitarse sus lágrimas y reconvenciones. Y Argensola se deslizaba como un ratero por la escalera de servicio del caserón de la avenida Víctor Hugo.

El mismo poeta de Les fleurs du mal, explica en el prólogo de las obras de Edgar Poe la causa de la embriaguez del bardo del Horror de una manera clarividente: «Poe no bebía con placer: bebía bárbaramente, como si quisiera matar algo dentro de él mismo». Y después: «Poe creaba personajes terribles o grotescos en medio de una tempestad de alcohol, y para volver a encontrarlos recurría a la bebida.

La tan decantada arquitectura de la Edad Media no se aventuraba á edificar tan alto si no daba al edificio apoyos exteriores, contrafuertes, botareles, y hacia la cima de las torres ya no se fiaba de la piedra, sino que recurría al auxilio no muy artístico de los grapones de hierro que enlazaban entre las piedras, como puede verse todavía en la aguja de la catedral de Strasburgo.

Ciertamente, no dudaba del valor de Huberto, y no exageraba tampoco la importancia del acto de Juan. No era por falta de valor que aquél, concurrente asiduo de las salas de armas, recurría a un criado para apagar papeles inflamados; era simplemente por no efectuar una operación que le parecía indigna de él.