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Resolviéronse todos en que la empresa se hiciese, é que porque del estar allí nascía tanto daño, por la mortandad de la gente y la disminución de las vituallas, que con el primer tiempo, sin esperar las naves que faltaban, se partiese el armada; é que si el tiempo viniese contrario para poder ir á Trípol é bueno para volver á los Gelves, que por salir de allí se fuese á ellos, donde la gente podría desembarcar é refrescar é limpiar las naves, creyendo é teniendo por cierto que los moros de la isla eran amigos, porque en ella hay tres parcialidades: una amiga de turcos, y las dos enemigas; é porque éstas habían enviado á Sicilia á pedir ayuda para echarlos de la isla, y también porque sabíamos que el Dragut, después que tuvimos con él la escaramuza y entendió que íbamos á Trípol, se fué á meter en ella con todos sus turcos sin dejar ninguno en la isla, sino muy pocos en la guarnición del castillo, y que con el primer buen tiempo se embarcaría la gente é proseguiríamos nuestra jornada, y que asimismo recogeríamos allí las naves que faltaban y las vituallas que venían de Sicilia, y así con esta resolución y acuerdo pusieron todas las naves á pique para partir á donde el primer tiempo nos encaminase.

Lo sabíamos todo...». Y esto ocurre porque nadie en la vida expone la verdad corajudamente; porque el conferencista debía decir el primer día a su público: «Todos ustedes, que viven batallando por el dinero, deben figurarse por qué he hecho yo esta larga travesía, viniendo a una tierra que no tiene el Partenón, ni las Pirámides, ni la Alhambra.

¿Lo ven VV.? gritaba encolerizado en medio de la redacción arrojando el sombrero contra el suelo. ¡Hace tantos años que yo le guardo fielmente el secreto de que es un animal, y él mismo acaba de revelarlo ahora! Ya lo sabíamos apuntó un redactor sonriendo y mirando con recelo a la puerta. ¡Ah! ¿Lo sabía V.? Lo sabíamos todos dijo otro mirando también a la puerta. Todos menos el conde de Ríos.

No sabíamos nada, ni cómo se gobierna un pueblo, ni cómo se organiza la libertad; más aún, la masa popular concebía la libertad como una vuelta al estado natural, como la cesación del impuesto, la abolición de la cultura intelectual, el campo abierto a la satisfacción de todos los apetitos, sin más límites que la fuerza del que marcha al lado, esto es, del antagonista.

En aquella Isla, que he contado, nos quisieron hacer Fisicos, sin examinarnos, ni pedirnos los Titulos, porque ellos curan las enfermedades soplando al enfermo, i con aquel soplo, i las manos, echan de èl la enfermedad, i mandaron nos que hiciesemos lo mismo, i sirviesemos en algo: nosotros nos reìamos de ello, diciendo, que era burla, i que no sabiamos curar, i por esto nos quitaban la comida, hasta que hiciesemos lo que nos decian. Y viendo nuestra porfia, vn Indio me dixo

Para una dueña de casa es un martirio que una señorita planche. Hablé a unos y otros; me ayudó también Jorge, mi marido, que recurría a su hermano Raúl, cuando ya no sabíamos a quién endosársela. Así logramos que bailara casi toda la noche.

Con la mano izquierda vuelve un pié, y con la derecha pretende sacarse una espina. Los tres compañeros nos clavamos delante de aquel mendigo, y no sabiamos cómo desasirnos de sus miradas. ¡Qué pintura más grande!

Nosotros mismos, los vascos, estábamos furiosos. Sabíamos cómo las gastaban los ingleses. Cuando cogían algún negrero, solían ahorcar al capitán y vendían los negros por su cuenta; si el barco era sospechoso de piratería, se quedaban con la presa. Así trabajaban por la humanidad y por el bolsillo. A nosotros podían acusarnos de negreros y de piratas.

Y como nosotros no sabíamos la habilidad que tenía de los dedos a la muñeca, creímoslo, y el soldado juró de no jurar más, y yo de la misma suerte.

Añadiendo también estos párrafos que explican la misión de los hermanos: «Cuando veíamos alguna mujer ó hombre que andaba pidiendo limosna con muchachos se los quitábamos, y llevábamos á la casa porque no se quedasen toda la vida pordioseros y los poníamos con amos á su servicio.» «Item, que cuando sabíamos que alguna niña había quedado huérfana por haberle faltado padre ó madre y no tener de qué sustentarse, la llevábamos á Casa y así de ordinario las había en ella de seis y siete años y niños de dos á tres años y lo hacíamos lavar, limpiar y envolver, teniendo para esto una mujer anciana, honrada que lo hacía amaneciendo ellos todas las mañanas de tal suerte que era asco llegar á ellos y asi lo lababan y limpiaban y vestian camisa limpia y si la mujer no hiciere esto con caridad como lo hacia con ningun interés se le podía pagar