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¡Esa marca la tenía él! continuó con una especie de fiero arrebato. ¡Tan determinado estaba á revelarlo todo! ¡El ojo de Dios la veía! ¡Los ángeles estaban siempre señalándola! ¡El enemigo malo la conocía muy bien y la estregaba constantemente con sus dedos candentes!

¿Lo ven VV.? gritaba encolerizado en medio de la redacción arrojando el sombrero contra el suelo. ¡Hace tantos años que yo le guardo fielmente el secreto de que es un animal, y él mismo acaba de revelarlo ahora! Ya lo sabíamos apuntó un redactor sonriendo y mirando con recelo a la puerta. ¡Ah! ¿Lo sabía V.? Lo sabíamos todos dijo otro mirando también a la puerta. Todos menos el conde de Ríos.

Al referirla había temido que el magistrado no creyera en la pureza de su pasión desgraciada; pero, aun demostrada esa pureza, le había parecido que, en cierto modo, la manchaba. ¿Tenía derecho él de revelar el secreto de una alma? Si esa alma había ocultado no solamente a las otras, sino a misma, su propio secreto, ¿podía él revelarlo?

Perdonar sinceramente, con el corazón, no podía, no había podido jamás. Pero ¿dejaría que la justicia procediera a su modo, se abstendría de intervenir? O seguro como estaba del nuevo engaño, ¿no debía revelarlo? El temor de profanar la memoria de su amor lo detenía.

Lamentaba no poder ayudar á su ilustre jefe en este trabajo de la memoria. Pero aunque su voz era reposada y su gesto tranquilo, la inquietud hizo correr por su cuerpo ondas nerviosas de diversas temperaturas. Sabía perfectamente á quién se asemejaba el gigantesco gentleman, pero tuvo buen cuidado de no revelarlo al Padre de los Maestros.

Las mujeres de América, en ese punto, somos hombres, dijo miss Harvey. Puede usted confiarles un secreto, seguro de que se dejarán matar antes que revelarlo. Somos aún medio salvajes y tenemos los defectos y las virtudes de tales.

El ministro había preguntado á Ester, con no poco interés, la fecha precisa en que el buque había de partir. Probablemente sería dentro de cuatro días á contar de aquel en que estaban. "¡Feliz casualidad!" se dijo para sus adentros. Por qué razón el Reverendo Arturo Dimmesdale lo consideró una feliz casualidad, vacilamos en revelarlo.

Pero era un secreto; no podía revelarlo sin faltar a la amistad y consideración que debía a la persona que se lo había comunicado. Sin embargo, Granate no acababa de rendirse. Como un mastín a quien rodean los chicos y tratan de congraciársele haciéndole caricias, echábales miradas recelosas y dejaba escapar de vez en cuando gruñidos dubitativos.

Mendoza le daba el fósforo gravemente y se salía evitando en cuanto le era posible las burlas de su amigo. ¿Qué secreto es ese? le preguntaban riendo los demás redactores. Hice juramento de no revelarlo. Acaso algún día él mismo lo descubra. Tengan VV. paciencia.

Pero, calmándose inmediatamente y comunicando a sus palabras un tono dulce y persuasivo, añadió: Lo que el cielo confía al hombre al nacer nadie puede revelarlo más que la religión, y ésta nos dice que el hombre cifra no pocas veces su honor en lo que debiera considerar como su ruina y perdición... Generalmente, lo que el mundo más aprecia y apetece va contra la ley de Dios.