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Mas, la noticia de la desaparicion del joyero habiendo llamado la atencion de toda la Escolta, y habiéndose encontrado sacos de pólvora y grande cantidad de cartuchos en su casa, la declaracion tuvo visos de verdad y empezó el misterio á rodear poco á poco el asunto, envolviéndose en nebulosidades, se habló cuchicheando, tosiendo, con miradas recelosas, puntos suspensivos, y muchas frases huecas de ocasion.

El humo y los silbidos de la fábrica le hacían dirigir miradas recelosas al Campo del Sol; allí vivían los rebeldes; los trabajadores sucios, negros por el carbón y el hierro amasados con sudor; los que escuchaban con la boca abierta a los energúmenos que les predicaban igualdad, federación, reparto, mil absurdos, y a él no querían oírle cuando les hablaba de premios celestiales, de reparaciones de ultra-tumba.

Vió que nadie las acompañaba, y creyó notar que estaban apuradas y como arrepentidas de haber venido solas y que, si por un lado les lisonjeaba el amor propio haber llamado la atención de tan desdeñoso galán, por otro andaban recelosas, casi consternadas de aquel pequeño triunfo.

También le llamaba mucho la atención Catana. Juraría que se cruzaban entre las dos ciertas ojeadas recelosas de tarde en cuando... Además, la rondeña paraba en el comedor lo menos que podía, huyendo siempre de encontrarse con la mirada de su amo.

Las vi con la imaginación mientras escuchaba al doctor yendo de sala en sala como apariciones de salud que esparcían en torno la dulce alegría de vivir. Con los oficiales se mostraban algo recelosas. Eran hombres de su mundo, y tal vez por esto los juzgaban temibles, no pasando en su intimidad más allá de una solicitud natural y grave.

El zorro, colgado boca abajo, permanecía inmóvil, y nadie le tuviera por vivo á no ser por sus ojos abiertos que giraban lanzando miradas recelosas á los espectadores. La sonrisa de éstos le contrariaba visiblemente. Empezaban á sonar los chasquidos de la hierba y el fuego iba cundiendo poco á poco por lo más interno del montón, que lanzó una bocanada de humo espeso.

Pero era un secreto; no podía revelarlo sin faltar a la amistad y consideración que debía a la persona que se lo había comunicado. Sin embargo, Granate no acababa de rendirse. Como un mastín a quien rodean los chicos y tratan de congraciársele haciéndole caricias, echábales miradas recelosas y dejaba escapar de vez en cuando gruñidos dubitativos.

La táctica era la de siempre; aturdirlo, aturullarlo. Fray Facundo miraba a la señora, con pupilas recelosas y enconadas, resuelto a no entregarse. ¿Quién ha empleado primero esa palabra? ¿Has sido o he sido yo? has dicho que a esa chica le había sido arrebatada la virginidad.

La guerra del francés había dejado á las gentes muy recelosas y asombradizas, y la nota de afrancesado todavía quitaba el sueño á más de cuatro españoles.

No podía dudarlo; eran pisadas humanas, bien distintas de la corrida de la liebre por entre las hojas, o de los golpecitos secos y reiterados que sacuden las patas unguladas del zorro o del perro. Pisadas humanas eran, aunque muy recelosas, apagadas y lentísimas. Parecían de alguien que procuraba emboscarse.