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Siendo preciso tocar en esta Relación historial, aunque de paso, las Memorias de algunos varones apostólicos que murieron á manos de los infieles por la fe que predicaban, dejando en su muerte aquel olor de santidad que correspondía á sus heroicas virtudes, así como se refieren otros sucesos milagrosos que en confirmación de la fe parece que los hacía Dios por medio de sus siervos para alentarlos á los trabajos de su mayor gloria; no es mi ánimo en estos puntos y en otros semejantes que contiene esta Relación el que se les más que aquella fe humana que se merecen los fundamentos que se refieren para escribirlos; y así estoy muy lejos de prevenir en la relación de ellos el juicio de la Iglesia; antes bien, protesto, el que los sujeto á la corrección de la Santa Sede, obedeciendo á los decretos de los Sumos Pontífices y de la Iglesia.

Hostigesio exigia con rigor las tercias eclesiásticas, y las invertia, no en restaurar los templos, ni en socorrer á los pobres, segun estaba prescrito por los cánones conciliares, sino en regalarse y hacer agasajos á los ministros del palacio; reprendia severamente á los que predicaban la verdad contra los errores de ciertos hereges á quienes protegia; hacia que el rey moro convocase conciliábulos, en que los obispos, compelidos del terror, anatematizasen á los que se proponia perder.

Entonces los paisanos, todos juntos, recurrieron á algunos neófitos, rogándoles con lágrimas en los ojos que si eran verdaderas las cosas que les predicaban de Cristo y de su Santísima Madre, los llamasen ahora en su ayuda en lance tan peligroso; y puestos todos de rodillas pidieron á Dios favor y misericordia, prometiendo los infieles recibir el bautismo y su santa ley. ¡Oh, caso milagroso!

El alcalde con los vecinos más notables predicaban paz a los mocetones de las dos familias enemigas, y allá iba el cura, un vejete de Dios, de una casa a otra recomendando el olvido de las ofensas. Treinta años que los odios de los Rabosas y Casporras traían alborotado a Campanar.

«¡Ay, desdichado de , que no quise creer á los Padres! ¡Qué penas, qué dolores, qué grandes é insufribles tormentos padezco por haber ofendido á Dios, sin hacer caso de su doctrina y de sus ministros que la predicaban! ¿Estos suplicios no han de tener jamás fin? ¡He de padecer y llorar eternamente, sin esperanza de alivio! ¡Felices mil veces vosotros que podéis esperar la eterna bienaventuranza, y libraros de este infinito piélago de amarguras y de las manos de los verdugos, peores que las mismas penas

No conocían la vida de sociedad con sus fiestas y saraos, como los aristócratas de otros países. Los padres de la Compañía, para asegurar su influencia, predicaban contra los bailes, como invenciones del demonio, propias de otras tierras que no habían gozado la gran dicha de heredar las sanas y virtuosas costumbres de Vizcaya.

Con las paradojas del Contrato Social se sublevó la Francia; Buenos Aires hizo lo mismo; Voltaire había desacreditado al cristianismo, se desacreditó también en Buenos Aires; Montesquieu distinguió tres poderes, y al punto tres poderes tuvimos nosotros; Benjamín Constant y Bentham anulaban al ejecutivo, nulo de nacimiento se le constituyó allí; Smith y Say predicaban el comercio libre, libre el comercio se repitió.

El humo y los silbidos de la fábrica le hacían dirigir miradas recelosas al Campo del Sol; allí vivían los rebeldes; los trabajadores sucios, negros por el carbón y el hierro amasados con sudor; los que escuchaban con la boca abierta a los energúmenos que les predicaban igualdad, federación, reparto, mil absurdos, y a él no querían oírle cuando les hablaba de premios celestiales, de reparaciones de ultra-tumba.

Asombróse Babuco de la locura de hombres que profesan la sabiduría, de las marañas de los que habian renunciado del mundo, de la ambicion y altiva codicia de los que predicaban humildad y desinteres; y coligió que sobraban razones valederas á Ituriel para destruir toda esta raza.

11 Y todos aquellos que no os recibieren ni os oyeren, saliendo de allí, sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, en testimonio a ellos. De cierto os digo que será más tolerable será para los de Sodoma y Gomorra en el día del juicio, que para aquella ciudad. 12 Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen.