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Óyeme antes de publicar tus decretos: nada tengo que oponer á lo expuesto por el barbudo Lope de Rueda, sino apoyar sus demandas y añadir que, así como condenas los conciliábulos de hechiceros y de otros malvados, prohibas la costumbre de juntarse tres ó cuatro poetas para componer una comedia; si este uso se extiende y arraiga, engendrará monstruos y no comedias, siendo imposible que logre aplausos una obra que no haya sido pensada y escrita por un solo hombre, y que aquéllos que se consagran á este trabajo, no merezcan apellidarse menestrales más bien que poetas.

Esto de los bailes solía acontecer en las tertulias a donde el setentón acudía sin falta, porque desde que los médicos le habían prohibido escribir y hasta leer de noche, no podía pasar sin la sociedad más animada y galante. El tresillo le aburría y los conciliábulos de canónigos y obispos de levita, como él decía siempre, le ponían triste. «No era liberal ni carlista.

Esto no es cierto: es una mentira fraguada en esos obscuros conciliábulos de cierto palacio que no quiero nombrar. Siempre fué enemigo de la libertad. Todos le conocéis: es un enemigo encubierto de la libertad. ¡Abajo los disfraces! Mucha atención, ciudadanos. No os descuidéis. Estad alerta, ó si no, ¡ay de la libertad!

La Regenta, sin entrar jamás en estos conciliábulos, los perdonaba como falta leve, «que ella, cargada de otras más graves, no tenía derecho a censurar». Don Fermín y Ana se veían todos los días; en el caserón de los Ozores, unas veces, otras en el Catecismo, en la catedral, en San Vicente de Paúl, y más a menudo en casa de doña Petronila.

»Del cual salí diez meses después que mis inseparables amigas Leticia y Sagrario, muy ducha en bailar, en hacer reverencias, en modular la voz, en manejar el abanico y la cola del vestido de baile, en esgrimir los ojos y la sonrisa, según los casos, los sexos y las edades, y en el ceremonial decorativo y escénico de las prácticas religiosas; tal cual en lengua francesa, materialmente al rape en obras de costura y principios de economía doméstica, y casi, casi, en el idioma nativo; y sobre todo esto, y por razón de los contrabandos del colegio y de las incompletas ideas adquiridas en conciliábulos clandestinos, y la propia observación hecha a medias con trabas y sobresaltos, y quizás también por obra de mi temperamento o de mi carácter, franco y expansivo, un ansia, que rayaba en voracidad, de ver el mundo por dentro, de conocerle a fondo, de saborearle a mis anchas, sin los velos y cortapisas que a las puertas de él me habían, hasta entonces, despertado los apetitos.

Porque á la ruina de los templos y monasterios acompañaron ahora aquellas enconadas persecuciones de los mismos cristianos apóstatas de que dejamos hecho mérito; aquellos conciliábulos prohibiendo declarar la ; los padecimientos de Sanson y de Eulogio, de todos los mártires mencionados por ellos en estos años, y de otros infinitos de quienes no hicieron memoria: puesto que el mismo santo doctor dice que eran tantos los que se ofrecian al martirio, que los infieles pedian á los cristianos los contuviesen, y que era tan universal el fervor de padecer por Cristo, que hasta los párvulos se ofrecian al cuchillo de los verdugos.

Pero ellos no tienen la culpa. Tienen la culpa los otros, los sabios, los declamadores, los que les educan, esos malvados charlatanes que profanan el don de la palabra en los infames conciliábulos de las Cortes. Tienen la culpa los revolucionarios, rebeldes á su Rey, blasfemos de su Dios, escarnio del linaje humano. ¡Oh, Dios de justicia! ¿No veré yo el día de la venganza?"

Hundido el sistema constitucional en 1814, Elías fué feliz; pero no por eso vivió tranquilo, porque comenzó á tomar parte en la vida activa de la política, que es en todas ocasiones una vida poco agradable. Trabó amistad con el duque de Alagón, individuo de la odiosa camarilla; entraba en los conciliábulos de Palacio, y se honró con la amistad de aquel príncipe que deshonró á su patria.

Le habían prometido varias veces una capellanía de monjas, pero él era de los fieles a la catedral, de los enamorados de la gran solitaria. Le enorgullecía la confianza que el señor arzobispo tenía puesta en él, la amistosa franqueza con que le hablaban canónigos y beneficiados y sus conciliábulos administrativos con el Obrero y el Tesorero.

Allá en los profundos rincones de los boudoirs y en los secretos conciliábulos políticos murmurábanse cosas extrañas.