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En el cuarto que hay a la entrada del castillo nuevo, con otros cinco criados. ¿Armados? Con picas, porque el Duque no quiere confiarles armas de fuego. Aquellos informes me decidieron por fin y formé resueltamente un nuevo plan de ataque. Había fracasado cuando lo emprendí por la «Escala de Jacob,» y me dije que fracasaría también intentándolo contra el cuerpo de guardia.

Se cuenta que D. Ventura de la Vega, agobiado ya por las enfermedades y previendo su próxima muerte, llamó un día á sus hijos para confiarles, antes de morir, un misterioso secreto, cuya pesadumbre le abrumaba el alma. Después de recomendarles el sigilo, que ellos han roto, pecado de que creo debemos absolverlos, aquel padre cariñoso les confesó que el Dante le aburría. A no me aburre Göethe.

¡Ya se encargará el castigo de probarnos que no era bueno desobedecer los mandatos del Gobierno! Excuso decir que hasta sin despedirnos del dueño de casa abandonamos el viejo rancho bamboleante, rodeados por la partida y montados de dos en dos en mancarrones inservibles a cuyas piernas hubiese sido una locura confiarles una esperanza de salvación.

En las circunstancias dolorosas para mi madre y para otros varios miembros de la familia, la señorita de Orleans nos había favorecido con cariñosa solicitud y con una generosidad sin límites: yo no podía ni puedo olvidar los bienes recibidos de esta augusta familia, y mi marido y mi hijo ignoraban estos transportes íntimos que yo no podía tampoco confiarles. ¡Júzguese de mi asombro y de mi aflicción, al considerar que esta excelente princesa pudiese atribuir mejor que a un error, a ingratitud u olvido, una ofensa al nombre de su casa salida de la mano de mi hijo!

Las mujeres de América, en ese punto, somos hombres, dijo miss Harvey. Puede usted confiarles un secreto, seguro de que se dejarán matar antes que revelarlo. Somos aún medio salvajes y tenemos los defectos y las virtudes de tales.

Salía el tribuno primero, y le decía al tribuno segundo si había visto á Cayo; el tribuno segundo le contestaba al tribuno primero que no; pero después venía el tribuno tercero y decía á los dos anteriores que Cayo estaba en casa del sacerdote Ennio Sofronio, y que después vendría á confiarles sus planes en la plaza pública.