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Conque aquí tenemos al amigo Esteven repuso; un traguito, ¿eh? , hombre, pruebe este Jerez, que no es malo; he de preguntarle al Habilitado dónde lo hace comprar, para que me mande a casa algunas cajas. ¿Y estos cigarros? ahí va uno; si quiere se lleva la caja; también voy a decirle al Habilitado que me mande una partidita de mil, porque es raro encontrarlos tan en su punto y tan sabrosos como éstos... ¿Qué dice, mi amigo?

Al ver a Jaime se levantó el cantor, dejando el tamborcillo pendiente de una correa sujeta al brazo izquierdo, mientras con la mano derecha, que aún empuñaba el palillo, tocaba el ala de su sombrero. ¡Bon día tengui! Febrer, que como buen mallorquín creía en la ferocidad de los ibicencos, admiraba sin embargo su aspecto cortés al encontrarlos en los caminos.

Y cuando los veían a través de las ventanas del fumadero jugando al poker, con la mirada fija en los naipes y la frente rugosa, preocupada, sonreían satisfechas, lo mismo que si acabasen de sorprenderlos practicando una virtud. Sus inquietudes reaparecían al encontrarlos en plena cubierta, aunque estuviesen enfrascados en una conversación de negocios.

Entonces habría que echar mano de un hombre de experiencia; buscar un práctico que tenga costumbre de esas cosas. Veo que te acuerdas de Tolón, hija mía. ¡Toma! allí hay sujetos muy a propósito para eso. ¿Es que quieres que vaya a buscar un criado al presidio? Los hay que ya han cumplido. ¿Dónde encontrarlos? Búscalos. Creo que vale la pena dar con el que nos hace falta.

Sus cortijeros le habían dicho que mientras él estaba en peligro se presentó dos veces en La Rinconada para preguntar por su salud. Luego, viviendo en el cortijo con su familia, varias veces pastores y jornaleros le hablaron misteriosamente del Plumitas, que al encontrarlos en un camino y saber que eran de La Rinconada les daba memorias para el señor Juan. ¡Pobre hombre!

Si no quiere cansarse en vano, si realmente desea encontrarlos, tenga presente cuanto queda dicho en las anteriores líneas de este capítulo: huya de toda comarca en que haya un paso de nivel, un túnel, una fábrica de tejidos al vapor ó un horno de calcinación. Por allí ha pasado el espíritu moderno y se ha llevado la paz y la poesía de los patriarcas.

Abrió su bolso para dar un duro al empleado. ¿No podía traer más cirios?... El hombre se rascó una sien. ¿Cirios? ¿cirios?... En los enseres de la plaza no creía encontrarlos. Pero de pronto se acordó de las hermanas de un matador, que traían velas siempre que toreaba éste. Las últimas apenas se habían consumido, y debían estar guardadas en algún rincón de la capilla.

Con dinero se cohecha a los jueces. Pero antes de rematar a Belarmino, saciando así un viejo afán de venganza, cuyos motivos, por más que ha rebuscado, Apolonio no ha conseguido encontrarlos en su corazón, ocúrresele humillarlo, rebajarlo cumplidamente, haciendo que por primera y última vez le envidie.

La Reina acabó por enfadarse de encontrarlos siempre a su paso cuando salía del alcázar e iba a cualquiera parte. El temor de que sobreviniese un conflicto aumentaba su enfado. La Reina volvió entonces a reprender a doña Sol y esta alegó que ya no tenía culpa.

Los indios calchaquies se habían sublevado en otro tiempo, matando á los mineros, destruyendo sus pueblos y cegando los filones auríferos, de tal modo, que era imposible volver á encontrarlos. El paisaje se hacía cada vez más desolado y aterrador. Sobre esta altiplanicie, donde caía la nieve en ciertos meses, sepultando á los viajeros, no había ahora el menor rastro de humedad.