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Pero se indignaba al considerar el desprecio con que el orgullo germánico trataba al pueblo ruso. ¿Dónde estaba, en los últimos cuarenta años de grandeza imperialista, la hegemonía intelectual de que alardeaban los alemanes?... Excelentes peones de la ciencia; sabios tenaces y de vista corta, confinado cada uno en su especialidad; benedictinos del laboratorio, que trabajaban mucho y acertaban algunas veces á través de enormes equivocaciones dadas como verdades por ser suyas: esto era todo.

En Guayaquil en arma se pusieron, Sabiendo que el Ingles allí ha llegado; A la Puná en breve descendieron: Tambien en Quito el caso relatado, Capitan y soldados proveyeron; Y habiendo á la Puná todos llegado, Las dos cabezas mal se concertaban, Por donde mas erraban que acertaban.

Un Dios infinitamente perfecto no puede complacerse en engañar á sus criaturas. Esta es la teoría de Descartes y Malebranche: pensadores eminentes que no sabian dar un paso en el órden intelectual sin dirigir una mirada al Autor de todas las luces, que no acertaban á escribir una página donde no pusiesen la palabra Dios.

En las antiguas edades los hombres acertaban a veces o por estar más cerca de la revelación primitiva, o porque alambicaban menos y no se quebraban de puro sutiles, o porque la mente de ellos, no abrumaba aún con la pesada carga de lo observado y experimentado, levantaba el fácil vuelo a las esferas superiores y era capaz de una inspiración inocente y casi divina.

Querían dar a las palabras entonación cariñosa, y no acertaban a decirse sino cosas que les eran ajenas. Desembocaron en la plaza de Oriente. Mira, Tirso, estamos en Palacio. El forastero contempló un instante el soberbio edificio sin poder contener una expresión de disgusto, cual si allí viviera alguien a quien personalmente aborreciese.

Volvióse al sol y dejónos solos. Certifico a V. Md. que vi al uno de ellos, que se llamaba Jurre, vizcaíno, tan olvidado ya de cómo y por dónde se comía, que una cortecilla que le cupo la llevó dos veces a los ojos, y entre tres no le acertaban a encaminar las manos a la boca.

También estaba allí la nave, admirable construcción de Erard. No faltaba más que el piloto, el músico, el intérprete, bastante hábil para lanzarse al abismo con ánimo valeroso y manos seguras. Miquis sentía la inspiración en su mente; pero sus dedos, tan adiestrados en la cirugía, apenas acertaban a manejar torpemente algunas teclas, esto es, que no sabían apartarse de la orilla. Pero tocó.

Pero así que intentaban volver a su tierra, se oponían los habitantes, deseosos de que se guardase secreta la existencia de la «Isla de las Siete Ciudades». Unos que habían logrado regresar enseñaban arenas de aquellas playas, que eran de oro casi puro. Pero al armarse nuevas expediciones para ir a su descubrimiento, jamás acertaban éstas con el camino.

A pesar del respeto, algunos no acertaban a contenerse. Este decía: «¡Viva el saleroAquél: «¡Alabado sea Dios que tan hermosa la ha criadoOtro: «¡Ahí va la gloria vivita!» y así por el estilo. En ocasiones, por último, no faltó quien se propasase a tender la pañosa a modo de alfombra o a tirar el sombrero calañés a sus plantas para que ella le hollara y pisoteara.

Habia empezado á entrar en pláticas con los franceses, cuando, bajo pretesto de algunos tiros disparados desde la muralla, apuntaron aquellos sus cañones contra la Puerta Nueva, y entraron de repente en la ciudad hiriendo y matando sin compasion hasta á los indefensos que acertaban á cruzar las calles.