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Al diablo por estos tornadizos dijo el estropeado Cigarral así como vió trasponer al morisco hortelano ; al diablo por estos tornadizos, que siempre responden con sentencias y palabras de compás y medida, que huelen todavía al Alcorán, como pólvora al azufre, y como vasija al primer caldo que encerró en ella.

Así sea dijo Cigarral. Y dándole dos palmadas a su gozque Canique, éste se aliñó y preparó diligentemente para algo de importancia.

Admito dijo el de la hopa , amigo Cigarral, tan cordial convite, y en lo del vino nada me advierta, bastándole saber que muy bien y se me alcanzan las franquicias, gajes y libertades del oficio del despensero y sisón, para renunciar a lo más bueno y mejor parado de lo apartado, y puesto a seguro por estas mis manos, a hurto del sacristán.

Estos y otros iguales pensamientos, ni más lisonjeros ni menos recelosos, pasaban por la mente del caballero mancebo, durante el coloquio de Cigarral, lo cual leído por la sagacidad escuderil de éste, sin más tardar le habló a su amo de esta manera: Por cierto, señor, que muy mucho agraviáis mi alta capacidad, y en bien poco tenéis mi ingenioso magín, si así os inquietáis por tan poca cosa; dejad penas y sabed que en manos está el son que sabrán a buen tiempo coger el compás.

Y era así, como sospechaba el buen entender del estropeado Cigarral; pues decir esto y salir de entre las ramas y verdura que ocultaban la vista un jumento lozano y de cabeza entonada, fué todo un punto, y allí mismo, y sin más parecer ni mejor licencia, dió al aire el cuello, y mostrando una boca risueña soltó dos o tres golpes de diapasón, que, si no muy armoniosos, no por eso dejaron de ser repetidos y revocados por la ninfa Eco, y llevados de monte en monte.

El marqués del Cigarral es una verdadera comedia de figurón, cuyo protagonista es un fatuo instruído y ostentoso, descrito en estilo burlesco y de caricatura. Este personaje es una especie de Don Quijote, ó más bien dicho, de Don Ranudo de Collibrados, que ha perdido el juicio á fuerza de leer sus títulos de nobleza y de contar sus progenitores.

En esto el gozque, alzando las orejas en ademán de inquietud, comenzó a murmurar mirando hacia un cabo de las tapias, y a la luz de cierta lámpara que ardía delante de una imagen apartada, se dibujó la negra sombra de un bulto que observaba el jardín y la reja, y que viendo ocupada la calle torció otro camino sin aguardar a ser alcanzado por los pasos diligentes, si bien silenciosos, de Cigarral.

No dudando yo proseguía el soldado , sirviéndome de disculpa para este mal pensamiento los sucesos ahora acontecidos, y sin que sea visto agraviar en un tilde la caridad de María, que para las obras pías dispensadas al lisiado Cigarral han intervenido y valido en mucho los merecimientos de D. Lope de Zúñiga, porque os hago saber, señor, que allá relatando, aquí mintiendo, y siempre alterando la verdad, como hace todo viajante, acerté a nombrar en una de tantas novelas vuestro apellido y condición, y no hay duda que desde entonces merecí más atención y agasajo, si no digo mayor caridad y limosna, de esa hermosísima señora de vuestros pensamientos.

¡Quién sabe dónde hubieran ido los dislates, burlas y taravillas del soldado Moyano del Cigarral, si D. Lope no le hubiese levantado con el mayor afecto, abrazándole y conmenzándole a hablar de sus pasadas peregrinaciones y aventuras!

Corneille, el más joven, cuyo Don Bertrand de Cigarral es una imitación de la comedia de Rojas, nada ha añadido al original, que merezca alabanza, pero ha disminuído mucho su primitiva vis cómica .