United States or Turks and Caicos Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


¿Y no ha venido nadie más? Nadie. Y ya va pa cinco semanas que trajeron los muebles. Indudablemente esto era con ojebto de traer una mujer casá y luego se les habrá torcío el carro, ú pa una de esas ofecinas que dan timos.

Era Jacobo, gallardamente embozado en una capa andaluza con vueltas rojas, y cubierta la cabeza con un sombrero hongo de color claro; torció la esquina sin fijarse en el coche y comenzó a subir por la calle ya más despacio, examinando las casas atentamente.

Su nombre era célebre en todo el Mediterráneo español; hasta los hombres de mar más rudos é intratables confesaban su mérito. «¡Quedaba el amor!...» Pero Ferragut torció el gesto al pensar en él. Lo había conocido, y no deseaba encontrarlo otra vez. El amor suave de una buena compañera, capaz de iluminar la última parte de su existencia con una luz discreta, acababa de perderlo para siempre.

Pero más allá de estas islas tuvo miedo, y torció el rumbo para seguir la ruta de siempre. Le espantaron los calores del Ecuador; creyó que de seguir hacia el Sur acabarían por arder sus naves. Tal vez influyeron en su credulidad de visionario las leyendas de que rodeaba la pobre geografía de entonces a la línea equinoccial. Recordó después los incidentes de su tercer descubrimiento.

Torció las riendas del sobérbio bruto Y á trote largo adelantóse al rato Llevando al lado el disputado pato Que á gruesas gotas de sudor ganó; Y al acercarse ante el vencido corro Se desciñó del rostro su barbijo, Y estas palabras atrevidas dijo Que la turba entre aplausos recibió.

Podía leer el castellano en las obras clásicas, pero no se atrevía á hablarlo. ¡Ah, España! ¡País de nobles tradiciones!... Y como si necesitase dar relieve á estos elogios con un rudo contraste, torció el gesto, hasta tomar una expresión colérica.

Instintivamente torció sus ojos hacia la duquesa, pero los apartó en seguida, más aterrado aún por su rostro inmóvil y una mirada dura que parecía herirle por la espalda, como si él fuese el culpable. El doble cajoncito, completamente listo, aguardaba junto á sus manos. Dió cartas á derecha é izquierda, y luego extrajo las suyas.

El talabartero torció el gesto. ¡Por vida de Roger! ¡Dejar una corrida tan magnífica!... Y mientras iban hacia la puerta, calculaba dónde podría abandonar a Carmen para volver cuanto antes a la plaza.

Deseaban terminar pronto y estaban seguros del triunfo. ¿Para qué hacer uso de procedimientos nuevos?... Pero lo del Marne torció sus planes: de agresores tuvieron que pasar á la defensiva, y entonces emplearon todo lo que su Estado Mayor había aprendido en las campañas de japoneses y rusos, iniciándose la guerra de trincheras, la lucha subterránea, que es lógica, por el alcance y la cantidad de disparos del armamento moderno.

Debía levantarse en seguida, dando por terminado el juego. Ya era hora. El banquero torció la cara y miró hacia arriba para reconocer la voz prudente que le daba consejos desde lo alto. «¡Ah, Su AltezaAcompañó este descubrimiento con una sonrisa de orgullo, satisfecho de que el príncipe Lubimoff hubiese presenciado la hazaña más grande de su vida. Y siguió tallando. Lubimoff se irritó.