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Sólo fue autorizada la música vocal por suponérsele una cualidad calmante, y cierta canción entonada por Jack, marino inglés, desertor de las colonias australianas de S. M. Británica, se hizo popular como un canto de cuna.

No cantaba la alondra, como en el jardín de Verona anunciando el alba a los amantes de Shakespeare; pero comenzaba a oírse el chirrido lejano de los carros en los caminos de la campiña, y una canción perezosa y soñolienta entonada por una voz infantil. Adiós, Rafael... Ahora que es el último. Nos van a sorprender.

En la cabeza de Urbási las cuatro matronas echaron por último un rojo y transparente velo. Recitando himnos con entonada melopeya, Narada invocó a los lares y a los manes, genios protectores del hogar y espíritus de los antepasados.

Pero Juan Maury era más egoísta de lo que yo había imaginado. Era además tan gurrumino que tenía más miedo de su mujer que de una espada desnuda; y Lady Maury era quizás la más severa, la más entonada, la más en sus puntos y la más enemiga de lo escandaloso e incorrecto de cuantas Ladies vestían y calzaban a la sazón en todo el Reino Unido de la Gran Bretaña.

Mas no se espere que yo aqui la escriba, Sino en la parte quinta, en quien espero Cantar con voz tan entonada y viva, Que piensen que soy cisne, y que me muero. Oyó el señor del humido tridente Las plegarias de Apolo, y escuchólas Con alma tierna y corazon clemente. Hizo de ojo, y dió del pie á las olas, Y sin que lo entendiesen los poetas En un punto hasta el cielo levantólas.

Pero allá van reyes do quieren leyes, y con este nombre me contento, sin que me le pongan un don encima, que pese tanto que no le pueda llevar, y no quiero dar que decir a los que me vieren andar vestida a lo condesil o a lo de gobernadora, que luego dirán: ¡Mirad qué entonada va la pazpuerca!; ayer no se hartaba de estirar de un copo de estopa, y iba a misa cubierta la cabeza con la falda de la saya, en lugar de manto, y ya hoy va con verdugado, con broches y con entono, como si no la conociésemos''. Si Dios me guarda mis siete, o mis cinco sentidos, o los que tengo, no pienso dar ocasión de verme en tal aprieto.

Cuando se acercaba á saludarla y tocaba sus dedos finos enguantados y aspiraba el perfume delicado que se escapaba de su persona, como si fuese cualidad de ella y no afeite del tocador, y escuchaba su voz siempre entonada discretamente y veía vagar por sus labios una sonrisa distraída y melancólica, se acordaba de las heroínas que sucesivamente habían ocupado su fantasía y se decía que la condesa nada desmerecía á su lado.

Al hablar usaba D. Casimiro de cierta solemnidad y pausa muy entonada; pero su voz era ronca y desapacible, asegurándose provenir esto en parte de que no le desagradaba el aguardiente, y más aún de que en su casa y despojado de las galas de novio ó de pretendiente amoroso, fumaba mucho tabaco negro.

Escucháronse las notas dulces de la guitarra y poco después llegó á sus oídos una soleá entonada á media voz por un hombre. ¿Quién está ahí? preguntó Manolo. Los de siempre. ¿Y quiénes son los de siempre? Pues la reunión; ¿no los conoces? Pepe de Chiclana, María-Manuela, Paca la de la Parra, Antonio, Frasquito y su tío el señor Rafael. ¿Y en el otro cuarto? Marchantes que juegan al rentoy.

Murmuraban de ella, susurraban acerca de la señorita tonterías y burlas, y, como es natural, a la simpática y elegante pollita nada de esto le agradó. ¿Gabriela Fernández? ¡Más orgullosa! ¡Más frívola! ¡Qué pagada de ! ¡Qué entonada! ¿Qué se estará creyendo?