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Con un gracioso movimiento del cuerpo y un pase de la mano se arregla los pliegues de la saya, y con una mirada rápida y como descuidada ha visto á Isagani, ha saludado y ha sonreido. Doña Victorina baja á su vez, mira al través de sus quevedos, á Juanito Pelaez, sonrie y le saluda afablemente.

Era un verdadero enjambre espantado, indeciso, de maripositas grises, hechas como de tierra, que desprendían una arena finísima al volar y resplandecían por instantes, a modo de luciérnagas, en el rayo de sol. Muchos de aquellos insectos fueron a posarse sobre los vestidos de Beatriz, adhiriéndose al jubón y a la saya y cubriendo su manto.

A cuyas voces salió Teresa Panza, su madre, hilando un copo de estopa, con una saya parda. Parecía, según era de corta, que se la habían cortado por vergonzoso lugar, con un corpezuelo asimismo pardo y una camisa de pechos.

Mientras los hombres se mataban por la gloria de la Virgen de Begoña, la carcoma, más sabia que ellos, seguiría mordiendo las entrañas de madera del sonriente fetiche: tal vez á aquellas horas algún ratón roía las patas del ídolo milagroso, bajo su hueca saya de pedrería.

Quedad tranquila, que os he de traer una saya de seda y un manto de terciopelo que ni para una reina y decid á Juanilla mi hermana que también habrá para ella buenos ducados de plata cuando yo vuelva. Dicho esto regresó el arquero á las filas y continuó la marcha con sus compañeros. La mujer se quedó lloriqueando, y al llegar junto á ella el barón le dijo: ¿Lo véis, señor?

En la Alpujarra, las cortijeras se echan sobre la cabeza la saya á guisa de manto, y, como la saya está forrada de amarillo, y el refajo es encarnado, ofrecen á distancia, en aquellos ásperos montes, un aspecto interesantísimo.

Relumbran como el sol de mediodía. Pero, hijo mío, ¿no ves que don Damián es un señor muy rico?... También te vestirás así el día de mañana, ¿verdá, madre? ¡Anda, anda!; ya te estás relambiendo con los vestidos que te he de regalar.... ¡Como no pongas otros!... Ni falta que me hacen, para que lo sepas; probe nací, y con saya de estameña y tirando de la azada me han de querer....

Sus distintivos son: hablar más ó menos el español, calzar botitos en las grandes solemnidades; medias, con bordadas chinelas en las medias fiestas, y pié desnudo resguardado por pintado zueco, en lo ordinario; viste estrecho tapiz, con la abertura atrás, permitiéndose algunas veces, saya suelta, la que invariablemente es de seda, completando su atavío, ternos más ó menos costosos y piñas más ó menos bordadas.

Me parece que aún estoy viendo a aquella respetable cuanto iracunda señora con su gran papalina, su saya de organdí, sus rizos blancos y su lunar peludo a un lado de la barba. Cito estos cuatro detalles heterogéneos, porque sin ellos no puede representársela mi memoria.

Daya, Raya ó Saya significa el «Este» y también el "Sur" en varias lenguas de la region N. de Luzon; pero, en este caso, se refiere al E. porque, aunque sabemos que se hallan al S. de los kalataganes, no es la relación topográfica con estos lo que les el nombre sinó su situación respecto á los Itetapanes.