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Con todo, por seguir la broma, hizo el alférez que asentía a la opinión del capitán, y pronunció: Digo lo que el amigo Borrén: esta pollita nos va a dar muchos disgustos.... Los oficiales se echaron a reír, y Amparo a su vez se fijó en el que hablaba, sin comprender al pronto sus frases.

Murmuraban de ella, susurraban acerca de la señorita tonterías y burlas, y, como es natural, a la simpática y elegante pollita nada de esto le agradó. ¿Gabriela Fernández? ¡Más orgullosa! ¡Más frívola! ¡Qué pagada de ! ¡Qué entonada! ¿Qué se estará creyendo?

Las lavanderas de palacio estaban con esto muy afanadas, y como entonces ni la persona más poderosa tenía tanta ropa blanca como ahora se usa, no hacían más que ir a lavar al río. Una de estas lavanderas, que era, valiéndonos de cierta expresión a la moda, una pollita muy simpática, volvía un día, al anochecer, de lavar en el río los lacrimosos pañuelos de la Princesa.

Pasadas dos horas en deliciosa y culpable intimidad, tanto más grata cuanto menos premeditada y prevista, dijo Carolina, mientras él se ponía los tirantes y ella, ante un espejo roto, se atusaba los desordenados rizos. Anda, tontín, rico mío, más vale gallinita que pollita. Mejor te irá conmigo que con aquella embaucadora, bribona, que se estaba burlando de ti. ¡Me daba una rabia!

La cabeza se me abrasa, y parece que me vuelvo toda uñas...». Salieron las señoras. Fortunata vio primero a una de pelo blanco, después a Jacinta, después a una pollita que debía de ser su hermana...; vio terciopelo, pieles blancas, sedas, joyas, todo rápidamente y como por magia. Las tres entraron en el coche, y el lacayo cerró la portezuela. ¡Pero qué cosas!

Pues yo bien vuelvo las hojas; en no consiste dijo risueño Baltasar . Y debe usted esmerarse, pollita, que estoy de días, y Palacios la oye a usted boquiabierto y entusiasmado. ¡Bueno! gritó la mujercita de trece años, suspendiendo de golpe su fantasía . Me están ustedes cortando... ea, ya no poner los dedos.

Es la hija explicó sin manifestar sorpresa el barquillero, que embolsaba la calderilla y bajaba el hombro para ceñirse otra vez la correa. Por lo visto, eres la señorita de Rosendez murmuró el alférez en son de broma . Vamos, Borrén, usted que es animado, dígale algo a esta pollita.