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Mejoróseles el partido á estos dos ricos hombres, porque su vando menos poderoso, siempre temia al de Rocafort, y con la venida del infante parece que todo se habia de sosegar, y las cosas, fuera de sus lugares por la violencia de uno, volverían al suyo, y serian todos estimados según sus merecimientos, y calidades.

Tiénese por virtud heróica en un Príncipe la liberalidad si en ella concurren dos calidades, tener que dar, y que se lo merezca á quien se , y cualquiera de estas dos que falte no es liberalidad sino injusticia; y así aunque Andronico repartió las mercedes en personas de grandes merecimientos, como le faltó la primera calidad, que es tener que dar, túvose por muy excesivo este donativo, y por hierro muy grave, porque estaba el fisco y cámara Imperial tan destruida, que no podia acudir á las pagas ordinarias, ni á otros gastos forzosos del Imperio.

Acaso el dolor penetre en los átomos de la materia y los haga sabrosos, así como el dolor cuando penetra en el espíritu le purifica, le acendra y le presta bondad, hermosura y merecimientos que nunca sin el dolor alcanzaría. No deberíamos entonces decir como Epícteto: ¡oh dolor! nunca confesaré que eres un mal; sino ¡oh dolor! eres un bien y el crisol de las mayores excelencias y virtudes.

Pero no divaguemos y vamos a las contestaciones que dio Sankarachária y que no conviene queden en el tintero. El caudal de experiencias y de merecimientos con que el ser humano se va afirmando en sus diferentes vidas y haciéndose digno de más altas reincarnaciones se llama Karma.

Todo esto digo, ¡oh Sancho!, para que no atribuyas a tus merecimientos la merced recebida, sino que des gracias al cielo, que dispone suavemente las cosas, y después las darás a la grandeza que en encierra la profesión de la caballería andante.

Talento sólido y bien nutrido, sagaz observador y pintor felicísimo de costumbres, Andrés Ruigomez hubiera alcanzado en Francia, con aliento para sus primeros pasos y recompensa para sus primeros merecimientos, una reputacion no menor que la de Paul de Kock, á quien vence en la profundidad de las ideas y no cede en la fuerza del chiste.

No vayáis tampoco, según el uso escandaloso de los novelistas de nuevo cuño, a profanar los textos sagrados de la Escritura. ¿Hay cosa más escandalosa que ver en un papelito bruñido y debajo de una estampita deshonesta las palabras mismas de nuestro Señor, tales como: «mucho le será perdonado, porque amó mucho», o aquellas otras: «el que se crea sin culpa, tírele la primera piedra?» ¡Y todo ello para justificar los vicios! ¡Eso es una profanación! ¿No saben esos escritores boquirrubios que aquellas santas palabras de misericordia recaían sobre las ansias del arrepentimiento y los merecimientos de la penitencia?

Pero este hermoso sueño fué turbado por un pensamiento cruel que heló su corazón. Ella no podía entrar en el cielo. Ya no era inocente y pura como en otros tiempos, y no ofrecería en remisión de sus pecados veniales una vida de martirios y humillaciones. Había destruído con una venganza ruin todos sus merecimientos. No era más que una infeliz pecadora, una despreciable adúltera.

Viendo el fervorosísimo operario un nuevo campo en que sembrar la palabra Evangélica para recoger no menos almas para el cielo que merecimientos para mismo, deseaba poner cuanto antes manos á la obra; no obstante, considerando sabiamente que era necesario asistir también á tantos Catecúmenos como había en el pueblo de San Francisco Xavier, y que era mejor tener pocos y bien doctrinados que muchos é ignorantes, que aunque se ganan fácilmente, con la misma facilidad también se pierden, se resolvió á gastar la mayor parte de aquel año en este ejercicio, usando de todas las industrias de su caridad y de su celo en desarraigar de los Xavieristas la barbarie, la lascivia, la embriaguez y cuantos males trae consigo la vida brutal, é imprimir en ellos las virtudes y buenas costumbres que se requieren para vivir como cristianos.

Todo había sido presunción suya. Ni él había hecho penitencia, ni él había vivido largos años en contemplación, ni él tenía ni había tenido merecimientos bastantes para que Dios le favoreciese con distinciones tan altas.