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Sin embargo, y como una morisqueta de la Providencia, España dominó por trece meses más en un área de media legua cuadrada. La traición del sargento Moyano, en febrero de 1824, había entregado a los realistas una plaza fuerte y bien guarnecida y municionada.

Y de como esto oyó el del gabancillo y muleta, el manco y de entrambos ojos mal parado, aquél emparchado y éste manantial y bermejizo, así comenzó a perorar: ¡Oh, caballeros, gente honrada, acudan a socorrer a un león de España, que aquí y allá y por diversas regiones y apartados países ha dado bizarras muestras de su persona en muchos encuentros y batallas, asaltos y escaramuzas; el que siempre acompañó al rayo de la guerra, el glorioso imperante D. Carlos, y que se encontró en cuanta jornada de importancia ha tenido lugar de diez años para acá; al que se halló, tuvo parte y puso mano en aquella famosa de Pavía, rindiendo a más de cuatro que decían mon dieu, y al que miró no de lejos aprisionar al rey Francisco, y no quiso su mala estrella ponerle tan cerca que le cogiera alguno de aquellos diamantes tamaños como nueces que llevaba al cuello, cosa que al rey de los lamparones no le hubiera hecho mayor mal, y a estorbara estos pesados trabajos! ¡Señores, al soldado pobre que ha sido blanco en su cuerpo de sendas rociadas de arcabucería, botes de las lanzas y cintarazos de los infantes! ¡Al soldado, señores, al soldado que forzó sobre el campo de batalla a decir viva España, y en distintas y endiabladas lenguas, al francés, al tudesco, al esguízaro, al italiano, al turquesco y cuantos soldados hay en el universo mundo; al estropeado, mal parado y peor herido arcabucero Moyano del Cigarral! ¡Caballeros, gente honrada, acudan, alivien, ayuden y den socorro al más granado de la compañía del bravo Francisco de Carvajal, al arcabucero Moyano!... Pero, Mercado hijo, nadie mosquea; ¿es que vuelven atrás, o que se traga la tierra a los paseantes?

Si llega con felicidad a él, como ordinariamente acontece, la tripulación, rendida y jadeante, no tarda en saltar sobre el muelle, limpiándose los pantalones con el pañuelo para después restituirse alegremente al seno de sus familias. No de cuándo data la institución de que quiero dar cuenta: es posible que haya nacido bajo el gobierno paternal del señor Moyano, aunque no lo afirmo.

«¿Pero a usted quién le recomiendale preguntó una noche Juan Pablo. A D. Claudio Moyano. Pues entonces ya está usted fresco. Dicen que traen al Príncipe... indicó Ramsés II con timidez. ; lo traerán los rusos... por las ventas de Alcorcón. Aviado está usted si espera a que venga el Príncipe... Aquí lo que viene es la liquidación social... y después, sabe Dios.

¡Quién sabe dónde hubieran ido los dislates, burlas y taravillas del soldado Moyano del Cigarral, si D. Lope no le hubiese levantado con el mayor afecto, abrazándole y conmenzándole a hablar de sus pasadas peregrinaciones y aventuras!