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Al otro lado, hacia la izquierda, en medio de malezas cubiertas de nieve, detrás de un muro pequeño de piedra en seco y de las empalizadas de un jardinillo, comenzaba a descubrirse la vieja casa forestal del guarda Cuny, con sus tres colmenas puestas sobre una tabla, su antigua y nudosa parra, que trepaba por un colgadizo hasta el tejado, y su rama de abeto pendiente del canalón a guisa de muestra; porque Cuny tenía también el oficio de tabernero en aquellas soledades.

En la fachada se abren: dos balcones en el piso primero, tres ventanas en el piso segundo. Los huecos están bordeados de ancha cenefa de yeso gris. Y entre los dos balcones hay un gran cuadro de azulejos resguardado con un estrecho colgadizo. Representa, en vivos colores, rojos, amarillos, verdes, azules, a la Trinidad santa.

Era el lugar de conversación un colgadizo espacioso, de tablilla bruñida el pavimento: la baranda como toda la casa, de madera abierta en tres lados para las tres escalerillas que llevaban al jardín que había al frente de la casa. Estaba el colgadizo siempre en sombra, porque lo vestía de verdor una enredadera copiosísima, esmaltada de trecho en trecho por unos ramos de florecitas rojas.

Era por dentro la casa blanca, como por fuera, y toda ella, salvo el colgadizo, tenía el piso cubierto por una alfombra espesa como de un negro dorado, que no llegaba nunca a negro, con dibujos menudos y fantásticos, de los que el del ancho borde no era el menos rico, rescatando la gravedad y monotonía que le hubiera venido sin ellos de aquella masa de color oscuro. ¡Gentes, carruajes, caballos!

¡Que no se sienten juntos: que yo no lo vea! Y con los labios apoyados sobre el puño cerrado, quedó dormida en un sillón cerca de la ventana, sombreándole extrañamente el rostro, al agitarse movida por el aire, la cabellera negra. ¿A quién vio la mañana siguiente Lucía, sentado en el colgadizo, con Sol y con Ana? Venía con paso lento, y como si no hubiera querido venir.

Pero, si no tenemos tiempo, ¿cómo hemos de pararnos a jugar, nosotros, niños de América, si todavía hay tanto que ver, si no hemos visto todos los pabellones de nuestras tierras americanas? ¿Y esta casa de madera tan franca y tan amiga, que convida a la gente a entrar a ver todo lo que da la tierra volcánica de su país, uva y café, enredaderas y tigres, cocos y pájaros, y los lleva a su colgadizo con cortinas, a tomar en jícaras labradas su chocolate de espuma?: es el de Guatemala ese pabellón generoso.

Ya suenan gratas músicas, que los indios de aquellas cercanías, colocados en los extremos del colgadizo, arrancan a sus instrumentos de cuerdas. Del jardín vienen los concurrentes; del cuarto de las señoras salen; Ana llega del brazo de Juan. «Juan, ¿quién ha sido? ¿para ese sillón de flores?». No la rodean mucho; se sabe que no deben hablarle. Y ¿Lucía que no viene?

9 Labró pues la Casa, y la acabó; y cubrió la Casa de labrados y de maderas de cedro puestas por orden. 10 Y edificó asimismo el colgadizo en derredor de toda la Casa, de altura de cinco codos, el cual se apoyaba en la casa con vigas de cedro. 11 Y vino palabra del SE

La planta baja se abría sobre un vasto jardín que bajaba hasta el río en suave pendiente a través de bosquecillos y malezas llenas de gracia en medio de su abandono un tanto agreste: próximo a la casa cierta especie de colgadizo, grande y acristalado, servía a Jacques de taller.

¡Oh! si se pusiera toda aquella hermosura de Sol la que se pusiese tus camelias. ¿Quién, quién llegaría nunca a ser tan hermosa como Sol? ¡Qué lindas, qué lindas, son esas camelias! «Pero , ¿qué flores te vas a poner?». Yo, mira: Petrona me trajo unas margaritas esta mañana, estas margaritas. ¡Gentes, caballos, carruajes! Las cinco, las seis, las siete. Ya está lleno de gente el colgadizo.