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Una noche celebra Roberto en su jardín una fiesta de confianza, á la cual, como es de presumir, sólo son invitados sus más próximos parientes, y, mientras tanto, el astuto Ramón llama de tal suerte la atención de su amo, que Lisardo entra sin ser notado; los amantes se hablan en un bosquecillo, al mismo tiempo que Roberto departe á más y mejor con Ramón, y los cantores entonan la siguiente estrofa: Madre, la mi madre, Guardas me ponéis; Que si yo no me guardo, Mal me guardaréis.

MÁXIMO. Está mal. Sin duda te has distraído. ELECTRA. No ponéis la atención debida... una atención serena... MÁXIMO. Es que mientras hacéis los cálculos, estáis pensando en las musarañas. Y hablando de toros, de teatros, de mil tonterías. Así sale ello. GIL. Rectificaré las operaciones. MÁXIMO. Mucho tino, Gil.

Vos ponéis la belleza y yo la muerte, de manera que tenéis que guardarme a vuestro lado como «porte-bonheur». ¡Bah! jamás haréis nada bueno sin . ¡Que el diablo os confunda! Tened la lengua dijo Godfrey impetuosamente . No vayáis a emborracharos mañana; de otro modo podríais salir por las orejas al volver a casa y estropear a Relámpago.

Pues entonces ¡rayos y truenos! ¿por qué no vestís guardapiés y cofia y os ponéis á manejar la rueca, que no á beber con hombres?

Bendito seáis vos, Señor, quedé yo diciendo, que dais la enfermedad y ponéis el remedio! ¿Quién encontrará a aquel mi señor, que no piense, según el contento de lleva, haber anoche bien cenado y dormido en buena cama y, aunque agora es de mañana, no le cuenten por muy bien almorzado? ¡Grandes secretos son, Señor, los que vos hacéis y las gentes ignoran! ¿A quién no engañará aquella buena disposición y razonable capa y sayo? ¿Y quién pensará que aquel gentil hombre se pasó ayer todo el día sin comer, con aquel mendrugo de pan que su criado Lázaro trujo un día y una noche en el arca de su seno, do no se le podía pegar mucha limpieza, y hoy, lavándose las manos y cara, a falta de paño de manos se hacía servir de la halda del sayo?

Pues cuidad, don Francisco, en dónde ponéis los pies, porque palacio está muy resbaladizo. Como ando despacio, señor duque, nunca resbalo; como tengo los pies grandes me afirmo; cuando caigo no es que caigo, sino que me caen. Guarde Dios á vuecencia y le prospere añadió, viendo que el duque había abierto la puerta.

Señora dijo Rafael , es que a la ambición le ha entrado la manía general de nobleza. Tía exclamó Rita , si nos metemos en la política, y os ponéis a repetir las sentencias de mi tío, os advierto que don Federico va a caer en esa quisicosa alemana, Rafael en el spleen inglés y Gracia y yo en el ennui francés. ¡Desvergonzada! dijo su tía.

Y esas florecitas azules que ponéis en los árboles, ¿qué son? Eso es un pedazo de cielo, prima. Hice una pirueta y exclamé con aire patético: ¡Oh cielos, oh árboles, oh naturaleza!, ¡cuántos crímenes se cometen en vuestro nombre! Mi tío tenía muchos amigos en V *, estaba emparentado con la mayor parte de las familias de la región y tenía mesa puesta para todos.

12 Y viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? O ¿por qué ponéis los ojos en nosotros, como si con nuestra virtud o piedad hubiésemos hecho andar a éste?

Bendito seáis vos, Señor -quedé yo diciendo-, que dais la enfermedad y ponéis el remedio! ¿Quién encontrara a aquel mi señor que no piense, según el contento de lleva, haber anoche bien cenado y dormido en buena cama, y aun agora es de mañana, no le cuenten por muy bien almorzado? ¡Grandes secretos son, Señor, los que vos hacéis y las gentes ignoran! ¿A quién no engañara aquella buena disposición y razonable capa y sayo y quién pensara que aquel gentil hombre se pasó ayer todo el día sin comer, con aquel mendrugo de pan que su criado Lázaro trujo un día y una noche en el arca de su seno, do no se le podía pegar mucha limpieza, y hoy, lavándose las manos y cara, a falta de paño de manos, se hacía servir de la halda del sayo?