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A lo que decís que os manda quitar vuestras haciendas, haced vuestros hijos mercaderes para que les quiten las suyas; y á lo que decís que os quitan la vida, haced vuestros hijos médicos é apotecarios para que les quiten las suyas; y á lo que decís que os destruyen vuestras sinagogas, haced vuestros hijos clérigos para que les profanen y destruyan su religion y templo.

Y pensar que dentro de un mes ó dos iba él á dejar Filipinas, y el artículo no tendría salida en España, porque ¿cómo decir aquello contra los criminales de Madrid si allí imperan otras ideas, se buscan circunstancias atenuantes, se pesan los hechos, hay jurados, etc., etc.? Artículos como los suyos eran, como ciertos aguardientes envenenados que se fabrican en Europa, buenos para vendidos entre los negros, good for negroes, con la diferencia de que si los negros no los beben no se destruyen, mientras que los artículos de Ben Zayb, léanlos ó no los filipinos, producían sus efectos.

Temía los escándalos que ocasionan lances personales, las pasiones que destruyen la salud y envilecen el alma, los despilfarros, el desorden moral, físico y económico. Resolviose la insigne señora a tener carácter y a vigilar a su hijo.

Quien sabe: los terremotos son producidos por los vapores y gases desarrollados bajo las capas subterráneas, que al encontrar obstáculos á su salida ponen en juego su fuerza expansiva y destruyen cuanto á su paso encuentran.

Para él, la institucion estará en aquel monasterio, y el monasterio estará personificado en el monje cuya memoria le embelesa. Contad pues con un elocuente trozo en favor de los institutos religiosos, un anatema contra los filósofos que los condenan, una imprecacion contra las revoluciones que los destruyen, una lágrima de dolor sobre las ruinas y las tumbas.

Si así fuese, podríamos añadir una parte y una excelencia más al famoso libro del Padre Peñalosa, titulado Cinco excelencias del español que destruyen á España. No quiero, pues, en serio, atribuir á tal causa nuestra pasada excelsitud y nuestro hundimiento presente.

Si no creo, mi incredulidad, mis dudas, mis invectivas, mis sátiras, mi indiferencia, mi orgullo insensato, no destruyen la realidad de los hechos: si existe otro mundo donde se reservan premios al bueno, y castigos al malo, no dejará ciertamente de existir porque á me plazca el negarlo; y ademas esta caprichosa negativa no mejorará el destino que segun las leyes eternas me haya de caber.

Que la realidad corresponda ó á los actos de nuestra alma, nada importa por ahora; no es esto lo que buscamos; ponemos la cuestion en un terreno en que pueden caber hasta los mas escépticos; ni aun estos niegan la percepcion y la sensacion: si destruyen la realidad, admiten al menos la apariencia.

Y en no habiendo verdad objetiva, no se concibe que ningun objeto pueda tener ningun valor. De esto se infiere, que los que atacan la objetividad, atacan una ley fundamental de nuestro espíritu, destruyen el pensamiento, y arruinan hasta la conciencia, hasta todo lo subjetivo, que les servía de base.

La organizacion social del pueblo ingles, su vida práctica que he visto, las mil y mil barrerás que le separan de la aristocracia, esas desigualdades insultantes que allí se ven, esos privilegios-leyes que destruyen la igualdad social, atacan la dignidad humana y adulan el orgullo de unos cuantos, todo ese viejo edificio ingles, casi feudal, á pesar de todos los discursos que se hacen por todo el mundo, diciendo que la Inglaterra marcha á la cabeza de la civilizacion, puede caer un dia en astillas, á impulsos del hacha revolucionaria, á impulsos de un movimiento, quizá mas próximo é inevitable que lo que casi todos creen.