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Actualizado: 27 de julio de 2025
La mitad de su renta fué para el duque, que viajaba ó vivía en París en casa de una antigua amante, mientras Alicia podía hacer su voluntad en su palacete blanco de la Avenida del Bosque, ostentando una corona ducal un sus ropas interiores, en sus vajillas y en las portezuelas de los automóviles. La pequeña amazona de las cabalgadas matinales era ahora una mujer de soberbia belleza.
Desde Kaipha, en donde arribó el vapor, emprendieron los viajeros á caballo en compañía de la princesa de Hohenlohe, que demostró ser una amazona varonil, una expedición á Jerusalén, pasando por Nazaret y Naplus; después desde Jaffa, en cuya rada insegura no pudo echar el áncora el vapor, volvieron hacia la montaña del Carmelo, en donde debían aguardar un tiempo más favorable á la navegación.
La gente parábase entre asombrada y curiosa, el cochero reía abriendo sus quijadas de a palmo, y el vejete, cabizbajo, como si todo aquello no rezase con él, escurríase discretamente entre el gentío. Era que la amazona de la huerta, al sentir el primer pellizco del viejo pirata, había contestado con una bofetada, contenta en el fondo de que alguien pusiera a prueba su virtud.
De repente desembocó en la plaza debajo de la ventana, una elegante amazona seguida de un jinete de bello aspecto, a pesar de las arrugas que indicaban en él las mordeduras de la edad y de la vida.
Se puso ella un lindo traje de amazona y montó en su caballo favorito, una jaca viva y revoltosa de miembros finos y ojo ardiente. ¡Oh, qué gozoso espectáculo ver a aquella apuesta joven brincar sobre ella, revolverla, agitarla, lanzarla, contenerla, ponerla furiosa y calmarla a su talante!
La amazona vio al joven en el balcón, descubrió los blancos dientes en una sonrisa y respondió amablemente con una señal del látigo al profundo saludo, devuelto por su compañero con una tiesura enteramente británica. ¿Quién es esa joven, amigo mío? preguntó la tía Liette, a quien Carlos no había oído entrar.
El caballo de doña Sol se levantó varias veces sobre las patas de atrás, poniéndose casi vertical, con la tripa al descubierto, como si se resistiera a pasar adelante; pero la fuerte amazona lo obligaba a seguir la marcha. Gallardo agitaba su garrocha dando gritos que eran verdaderos mugidos, lo mismo que en las plazas, cuando incitaba a las fieras para que entrasen en suerte.
Un escándalo más y su nombre en los tribunales, mientras ella, fugitiva y orgullosa de su hazaña, cantaba en los Estados Unidos, aclamada locamente por el público americano que admiraba a la amazona más aún que a la artista. Allí conoció a Hans Keller, el famoso director de orquesta, el discípulo de Wagner. El maestro alemán fue su segundo amor.
El jefe militar de Balmuff era una amazona membruda y de labios bigotudos, desterrada de la capital á causa de sus costumbres demasiado libres. Este guerrero rió al saber que la canalla masculina que hacía sus delicias en secreto se armaba con los artefactos inútiles del pasado, y se limitó á ir en su busca con unas cuantas máquinas expeledoras de rayos negros.
El revoloteo de la negra amazona de la heroína servía de bandera a los batallones de zuavos, tropa de aventureros franceses, alemanes e italianos, detritus de todas las guerras del globo, que encontraban más grato seguir a una hembra ganosa de notoriedad que engancharse en la Legión extranjera de Argelia.
Palabra del Dia
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