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Oyendo lo cual, otra de las dos dijo: -Mas, ¡jo, que te estrego, burra de mi suegro! ¡Mirad con qué se vienen los señoritos ahora a hacer burla de las aldeanas, como si aquí no supiésemos echar pullas como ellos! Vayan su camino, e déjenmos hacer el nueso, y serles ha sano.

No me opongo dijo la tía María , porque la tal leche de burra es como el redaño; si no hace bien, no hace daño. ¡Ah!, ¡qué bien se está aquí! dijo Stein acariciando a los niños ; ¡si se pudiese vivir pensando sólo en el día de hoy, sin acordarse del de mañana!... , , don Federico exclamó alegremente Manuel , «media vida es la candela; pan y vino, la otra media».

Aquí ha estado a buscarle ese bruto decía Isidro al ver entrar al señor Vicente . El Indio converso... su discípulo el remendón. ¡Valiente animal! Crea usted que en el cielo no le agradecen esta conquista. Tendrán que habilitarle un pesebre al lado del caballo de San Martín o la burra de Balaam. Señor de Maltrana exclamaba el «santo» , más caridad... más amor al prójimo.

Diciendo esto, salió precipitadamente de la casa, como si temiese volverse atrás de su determinación; y fue a aparejar su burra. Don Federico preguntó la tía María, cuando quedaron solos con la niña, que permanecía aletargada , ¿no es verdad que la pondrá usted buena con la ayuda de Dios? Así lo espero contestó Stein , ¡no puedo expresar a usted cuánto me interesa ese pobre padre!

Además, tengo mis contratos con el dueño de la mina... Vaya, adiós: le dejo para que se burle de á sus anchas. Iba ya á arrear la burra, cuando se detuvo para hacer una pregunta. ¿Dicen que han matado al Maestrico?... Vaya un caso. Era un buen muchacho, serio y ahorrador. Este es el mundo... ¡A la tarde entierro! ¡Arre burra!

En aquella atmósfera de las colinas, al pie de la sierra, en aquel aire vivo, de olores balsámicos, encontró cordial a la vez purificante y vivificador, que le servía de alimento, o bien una química sutil que convertía la leche de burra en cal y fósforo y demás nutritivos elementos. Edmundo se inclinaba a creer que era lo último, y su solícita y esmerada atención.

A misa sólo iban algunas viejas del pueblo: la iglesia estaba siempre vacía, pero el país era muy religioso y la prueba estaba en que él no tenía libre un momento, y continuamente veían todos trotar su burra blanca por los caminos y atajos de la montaña. Aquel curato valía más que algunos obispados.

La gente pobre que no se acordaba de la casa de Dios, encontraba en su miseria el dinero necesario para que el pariente marchase á la fosa escoltado por la burra de don Facundo y mecido en su ataúd por el vozarrón del cura. Había días en que acompañaba cinco entierros en los lugares más lejanos de la parroquia; asunto de leguas.

Sólo cuando los periódicos noticiaban algún suceso de mucho bulto, se preocupaban momentáneamente con ella sus habitantes. Hacía cerca de veinte años que la representación del distrito en el Congreso estaba encomendada al opulento banquero Rojas Salcedo, el cual sólo una vez en su vida había estado en Sarrió a tomar leche de burra. Nadie pensaba en disputarle la elección.

En cuanto a Pepita Jiménez, que imaginaba yo que vendría también en burra con jamugas, pues ignoraba que montase, me sorprendió, apareciendo en un caballo tordo muy vivo y fogoso, vestida de amazona y manejando el caballo con destreza y primor notables.