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Aquí ha estado a buscarle ese bruto decía Isidro al ver entrar al señor Vicente . El Indio converso... su discípulo el remendón. ¡Valiente animal! Crea usted que en el cielo no le agradecen esta conquista. Tendrán que habilitarle un pesebre al lado del caballo de San Martín o la burra de Balaam. Señor de Maltrana exclamaba el «santo» , más caridad... más amor al prójimo.

Se dice, el indio es esto y aquello y principalmente desagradecido, á lo que contestamos nosotros, que si bien se ven entre ellos pruebas de olvido cosa que por otra parte, y dicho sea de paso, no es de extrañar, dado el estado de la humanidad también podríamos citar hechos concretos, de que si hay indios que olvidan, también los hay que recuerdan y agradecen.

Vamos, en marcha... Hay que apretar el paso... ¡Qué moza, D. Andrés! ¿verdad?... Pues tiene una hermana que va a ser mejor que ella todavía... ¡Qué chiquilla más espetada y más rica! tan bien formadita por delante como si tuviera veinte años, y no tiene más de catorce... ¡Arre caballo! ¿No repara usted, D. Andrés, cómo agradecen los caballos que el jinete eche unas copitas?

En una oración a Santa Filomena (Novena, pág. 16) se dice a la Santa, pidiéndole su protección: "Mis pecados me han vuelto de poco menor que los ángeles, muy inferior a las bestias, pues que éstas no olvidan el pesebre de su amo, y a su modo agradecen la comida y yo me he olvidado de la casa de Dios *

Todas estas buenas gentes me conocen desde mi infancia, y me agradecen los servicios que mi padre y mi abuelo les prestaron. Además, soy de su raza, de la raza de los paisanos. Mi bisabuelo era agricultor en Bargecout, una aldea a dos leguas de aquí. ¡Oh, oh! ¡parecéis estar orgulloso de ello! Ni orgulloso ni humillado. Dispensad, pero habéis tenido un pequeño movimiento de orgullo.

Advertíase pronto que era uno de esos hombres que cuidan con esmero del aliño de su persona; que retocan su figura con la misma atención y delicadeza con que el escultor cincela una estatua; que al rizarse el bigote y darle cosmético creen estar cumpliendo un sagrado e ineludible deber de conciencia; que agradecen, en fin, al Supremo Hacedor, el haberles otorgado una presencia gallarda y procuran en cuanto les es dado mejorar su obra.

Señor repuso con humildad la segunda. ¿Hay algo? Lo de siempre. Peticiones de la ambición, exigencias de la codicia, vanidades del amor propio, arrogancias de la soberbia, desafueros de la maldad, sollozos de dolor y bostezos de hambre. A esos hay que atender primero. Señor, es que son muchos los que piden y pocos los que agradecen. No importa.

«Si alguna nación en el mundo debía por muchas razones y buenos respetos ser de su Rey y señor favorecida, estimada y libertada, es sólo la nuestra; mas la cobdicia y la tiranía con que hoy se procede no da lugar a que esto se considere. ¡Oh, España, España, qué bien te agradecen tus servicios esmaltándolos con tanta sangre noble y plebeya; pues en pago de ellos intenta el Rey que la nobleza sea repartida como pechera! ¡Vuelve sobre tu derecho y defiende tu libertad, pues con la justicia que tienes te será tan fácil; y , Felipe, conténtate con lo que es tuyo y no pretendas lo ajeno y dudoso, ni des lugar y ocasión a que aquellos por quienes tienes la honra que posees, defiendan la suya, tan de atrás conservada y por las leyes de estos reinos defendida

Y no lo agradecen, no señora, no agradecen el interés que me tomo por ellos. Cuando me ven entrar, ¡si viera usted qué cara me ponen! No reparan que están trabajando con mi dinero. Y finalmente, ¿qué eran ellos? Unos pobres pelagatos.