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Hubo temores de que no pudiera llegar a Tablanca por sus pies, y se buscaron atajos para llegar cuanto antes. Cómo llegaron, al fin, Neluco y el enfermo, ya lo habíamos visto nosotros.

El diablo se funda al principio en algo razonable; nos lleva por buenos términos y caminos, hasta que llegamos a cierto punto, donde ya, con mucha suavidad, empieza aquel maldito de Dios a engolosinarnos llevándonos por los atajos, y así nos extravía y nos pierde. En el caso del espiritualismo, a que nos referimos, es evidente que no son malos los principios y fundamentos.

Quería escaparme á toda costa, ya para morir, ya para recobrar mis fuerzas y la tranquilidad de mi espíritu en la soledad. Sin saber fijamente á dónde dirigía mis pasos, salí de la ruidosa ciudad y caminé hacia las altas montañas, cuyo dentado perfil vislumbraba en los límites del horizonte. Andaba de frente, siguiendo los atajos y deteniéndome al anochecer en apartadas hospederías.

Para obtenerlos era menester buscar a su abuelo, y avisarle del encuentro con el señorito; no lo tuvo por difícil, pues recordaba aproximadamente el punto del bosque donde Primitivo quedaba; y por atajos y vericuetos sólo practicables para los conejos y para él, Perucho se lanzó tras la pista de su abuelo.

Los que así bailaban eran aldeanos, los habitantes de los contornos que, llegada la noche, se volvían a sus casas por los atajos sin pasar por la villa. Las artesanas de Sarrió formaban giraldillas, donde se cantaba a grito herido, abriéndose y cerrándose sucesivamente, dejando en el medio ora un grupo de hombres, ora de mujeres.

En fin, por caminos desusados, por atajos y sendas encubiertas, partieron Roque, don Quijote y Sancho con otros seis escuderos a Barcelona. Llegaron a su playa la víspera de San Juan en la noche, y, abrazando Roque a don Quijote y a Sancho, a quien dio los diez escudos prometidos, que hasta entonces no se los había dado, los dejó, con mil ofrecimientos que de la una a la otra parte se hicieron.

Ya fuese empleando un método ingenioso y secreto o caminando por ignorados atajos, ya fuese por preciosa capacidad nativa, ello es que Tiburcio a los dos o tres días de oír hablar cualquier idioma, se penetraba de su organismo, se enseñoreaba de sus formas y leyes gramaticales, atesoraba en su feliz memoria cuanto había de esencial y de radical en su léxico, y se soltaba a hablarle correcta y lindamente y con muy buena pronunciación, como si no hubiera hecho otra cosa en toda su vida.

En este tiempo, sobre la paga de lo que habían almorzado habían tenido una pesadumbre el revoltoso Diablillo y don Cleofás con el Figón , en que intervinieron asadores y torteras, porque lo que es del diablo, el diablo se lo ha de llevar, y acudiendo la justicia al alboroto, se salieron por una ventana, y cuando el alguacil de Corte con la gente que llevaba pensaba cogellos, estaban ya de esotra parte de Getafe, en demanda de Toledo, y dentro de un minuto, en las ventillas de Torrejón, y en un cerrar de ojos, a vista de la puerta de Visagra, dejando la real fábrica del hospital de afuera a la derecha mano; y volviéndose el Estudiante al camarada, le dijo: Lindos atajos sabes: malhaya quien no caminara contigo todo el mundo, mejor que con el Infante don Pedro de Portugal, el que anduvo las siete partidas dél.

Algunos años antes, había emprendido con un camarada tan loco como yo, a través de Alsacia, Suiza y el Ducado de Badén un verdadero viaje de buhonero, con el saco a cuestas, a jornadas de doce leguas, rodeando las poblaciones de las cuales sólo deseábamos ver las puertas, y marchando siempre por sendas y atajos sin saber a dónde nos conducirían.

A misa sólo iban algunas viejas del pueblo: la iglesia estaba siempre vacía, pero el país era muy religioso y la prueba estaba en que él no tenía libre un momento, y continuamente veían todos trotar su burra blanca por los caminos y atajos de la montaña. Aquel curato valía más que algunos obispados.