United States or Norway ? Vote for the TOP Country of the Week !


Entraron los dos en aquella pieza que servía de salón y despacho á don Carlos, y mientras una criadita preparaba el mate, vió el oficinista por una puerta entreabierta á la hija de Rojas sentada en una butaca de mimbres, con aire pensativo y triste. Llevaba traje femenil, y al abandonar las ropas masculinas parecía haber perdido su audacia alegre de muchacho revoltoso.

De diez años andaba Metastasio improvisando por las calles de Roma; y Goldoni, que era muy revoltoso, compuso a los ocho su primera comedia. Muchas veces se escapó Goldoni de la escuela para irse detrás de los cómicos ambulantes.

Las noticias del sabio Mentor hiciéronle apresurar su vuelta a España, y engolfándose de nuevo a su regreso en su antigua vida ordinaria de crápula elegante y vagancia aristocrática, interrumpida a veces por solemnes intervalos políticos, quedáronsele en la gaveta las cartas de Garibaldi, pasósele el susto que le había llevado a Italia, y en su impresión natural de niño revoltoso, no volvió a acordarse de los masones, juzgando que también ellos le tendrían olvidado.

Augusto Miquis, por quien sabemos los pormenores de aquellas escenas, es hoy un médico joven de gran porvenir. Entonces era un estudiante aprovechadísimo, aunque revoltoso, igualmente fanático por la Cirugía y por la Música, ¡qué antítesis!, dos extremos que parecen no tocarse nunca, y sin embargo se tocan en la región inmensa, inmensamente heterogénea del humano cerebro. Recordaba las melodías patéticas, los graciosos ritornelos y las cadencias sublimes allá en la cavidad taciturna del anfiteatro, entre los restos dispersos del cuerpo de nuestros semejantes.

Había sido viñador, pero por su fama de revoltoso y pendenciero, tenía que dedicarse al trabajo de los cortijos, encontrando ocupación sólo en Matanzuela, gracias a Rafael, que le protegía por ser amigo de su padrino. Juanón inspiraba respeto a toda la gañanía. Era un impulsivo, sin recaídas de desaliento: una voluntad enérgica que se imponía a los compañeros.

Encendiose más con esto la mala voluntad de aquélla; la guerra estalló con todos sus horrores, sin tregua y sin cuartel. Si Miguel salía de paseo con el lacayo, los ojos penetrantes de la andaluza siempre descubrían a la vuelta en su traje alguna mancha, algún siete mal recosido por una sirviente piadosa: «¡Jesú, qué niño ma susio y ma revoltoso! ¿Qué dirá la gente que le vea?

En este tiempo, sobre la paga de lo que habían almorzado habían tenido una pesadumbre el revoltoso Diablillo y don Cleofás con el Figón , en que intervinieron asadores y torteras, porque lo que es del diablo, el diablo se lo ha de llevar, y acudiendo la justicia al alboroto, se salieron por una ventana, y cuando el alguacil de Corte con la gente que llevaba pensaba cogellos, estaban ya de esotra parte de Getafe, en demanda de Toledo, y dentro de un minuto, en las ventillas de Torrejón, y en un cerrar de ojos, a vista de la puerta de Visagra, dejando la real fábrica del hospital de afuera a la derecha mano; y volviéndose el Estudiante al camarada, le dijo: Lindos atajos sabes: malhaya quien no caminara contigo todo el mundo, mejor que con el Infante don Pedro de Portugal, el que anduvo las siete partidas dél.

Cuando se cansaba de estar sentado, solía levantarse y trajinar por el molino arreglando lo que le parecía estar desarreglado, estudiando con atención su rudimentario mecanismo, entreteniéndose en pararlo y en echarlo a andar de nuevo. Rosa solía alzar la cabeza y gritarle: No enrede, D. Andrés... ¡Madre mía, qué revoltoso es! El joven volvía a su sitio.

Era don Eugenio joven y alegre como unas pascuas, y su condición, más que de padre de almas, de pilluelo revoltoso y ladino; pero bajo la corteza infantil se escondía singular don de gentes y conocimiento de la vida práctica. Sociable y tolerante, había logrado no tener un solo enemigo entre sus compañeros. Le conceptuaban un rapaz inofensivo.

¡Lili, Lili!... gritaba Sofía, esperando que sus amantes ayes detendrían al animal en su camino de perdición, trayéndole al de la virtud. Las voces más tiernas no hicieron efecto en el revoltoso ánimo de Lili, que seguía bajando. A veces miraba a su ama, y con sus expresivos ojuelos negros parecía decirle: «Señora, por el amor de Dios, no sea usted tan tonta».