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Aquellos elogios brutales, que más parecían dichos en son de menosprecio, despertaron en profunda indignación, y dije, sonriendo rabiosamente: Le falta a usted lo mejor. ¿Qué? Que tiene cien mil duros de dote. El sarcasmo no le hizo efecto alguno. ¡Ezo e! Y, además, se encuentra uno con el inconveniente de los cien mil duros. ¡Diga usté ahora que este zeñó no es zabio que Víctor Hugo!

Al fin del pasillo, a la izquierda, por una puerta entornada oíase el tic tac de un enorme reloj y una voz infantil, pero de niño de la escuela, que leía deteniéndose en cada sílaba: En...ton...ces... San... I...re...ne...o... ex...cla...:... Yo... soy... el... tri...go del... Se...ñor... Es... ne...ce...sa...rio... que... me... tri...tu...ren... las... mue...las... de... es...tos... a...ni...ma...les... Acerqueme con precaución a aquella puerta y miré.

MARFODIO. Non dico questo, ferma per Dio il passo, che anchora par che di paura fugi e di me perche voltasti il fianco. PASQUIN. Diro il vero fugir mi fe yl fracazo li tiri, le bombarde li archibugi ma sopra tute cose un moro bianco. Nac., M-375. ANTONIO P

Avanzaron seis jóvenes, con la cabeza descubierta, las ropas haraposas y los pies metidos en zapatos rotos o alpargatas deshilachadas. ¿De moo que no tenéis pasaje y os habéis metió aquí de polisones sin ni , como si esto juese la casa e toos? ¿Y creéis que esto va a quear ansí?... , ¿de ónde eres? Y los seis polisones fueron contestando al interrogatorio de don Carmelo.

Soy tardo en recoger las provocaciones, pero una vez resuelto á obtener reparación la exijo mientras me quedan fuerzas y alientos. Ma foi, pues bien pocos os quedan ya, exclamó Germán bruscamente. Estáis blanco como la cera. Seguid mi consejo y dad por terminada la cuestión, que no os podéis quejar del resultado. No, insistió Roger.

Mire Vd., he compuesto este letrero y quería ponerlo con letras dorás de purpurina, en esta tarjeta de orla que ma costao dos riales. Bueno, pues... que me digan ustedes cómo lo hago y me dejen hacerlo en la máquina, o donde sea, luego que se marchen esos.

¡Ah, ma belle! decía una voz sonora. ¿Con que así tratas á un viejo soldado que hace tiempo no ha visto tan siquiera una buena moza inglesa? ¡Por el filo de mi espada! aguarda un poco y en lugar de un beso te daré media docena.... Una exclamación de alegría se escapó de los labios sonrientes de Roger y Tristán. ¡Era Simón, no cabía duda!

Es decir, que en vez de achicharrarlo como a sacrílego, se le ahorcó muy pulcramente como a ladrón. RUDAMENTE, PULIDAMENTE, MA

Todos los personajes de Madrit ma quitaban el sombrero y venían a buscarme para que les pusiera algún sueltesito dándoles bombo. Llagustera para aquí; Llagustera para allí; Llagustera, venga a almorsar conmigo; Llagustera, suba al coche, le llevaré a su casa. An fin, poco faltaba para que ma limpiasen las botas, ¿sabe? Uno de los más amigos era el general Martínez Campos.

Aquí tenéis dos sueldos por barba, que no debiera dároslos, sino dos puntapiés á cada uno; y decid á la patrona que os eche un trago, que yo pago. Todos contemplaban y oían con interés al veterano, quien apenas aplacó la sed apurando un enorme cubilete de estaño lleno de cerveza, volvió á tomar la palabra: Y ahora, á cenar, ma belle.