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En tanto Rossini llenaba la casa de abanicos y panderetas, y Moreno escogía y pagaba, entreteniéndose luego en envolverlos en papeles y en ponerles rótulos con el nombre del destinatario.

Con este motivo, hace una pintura acabada y elocuente del paraíso terrenal, y describe a nuestros primeros padres en el estado de inocencia, entreteniéndose sobre todo a dibujar con amor y cuidado la figura esbelta, graciosa, cándida e incitante a la vez de la madre Eva, de tal modo, que provoca en la juventud que le escucha entusiásticos y fervorosos aplausos.

Y se endiosaba, y tardaba un buen rato en bajar, entreteniéndose en arreglar cosas que no estaban revueltas, o poniéndose de pechos en la ventana, muy risueña y campechanota, alardeando de una confianza que Julián, cada día más reservado, no autorizaba en modo alguno.

Estaban entreteniéndose en el Borne para ir a casa de don Jaime cuando éste se hubiese levantado. Ya sabía él que los señores se acuestan tarde. ¡Qué felicidad verle!... ¡Aquí los atlots, y que mirasen bien al señor! Era don Jaime: era el amo. Diez años que no le había visto, pero lo mismo le hubiese reconocido entre mil personas.

Sus labios estaban contraídos siempre con una sonrisa despreciativa. Sin hablar ni moverse, parecía otro hombre distinto. El inglés se había despojado de la americana y el chaleco y, remangándose la camisa, enseñaba los bíceps de sus brazos, que eran en verdad poderosos, entreteniéndose en dar sobre ellos con las botellas vacías hasta partirlas.

Por algún tiempo se aficionaron a la mecánica, y todos los días iban a ver desde un desmonte poner placas giratorias en las cercanías de la estación del Norte; otra temporada se dieron a la construcción, entreteniéndose en ver levantar piedras en edificios nuevos; después mostraron afición a la industria, contemplando en los balcones de la calle del Peñón las tripas de las mondonguerías, y hasta hicieron observaciones de carácter fabril en la Ronda de Toledo con las tiras de fósforos de cartón puestos a secar al sol.

Pero luego, no había que contar con ella: en la situación culminante del coloquio amoroso se quedaba insensible, entreteniéndose en seguir con la vista los dibujos del papel de la pared o contando las estrías de las columnillas de la cama. Hacía concebir grandes esperanzas y acababa prestándose al amor como a una servidumbre.

Cuando se cansaba de estar sentado, solía levantarse y trajinar por el molino arreglando lo que le parecía estar desarreglado, estudiando con atención su rudimentario mecanismo, entreteniéndose en pararlo y en echarlo a andar de nuevo. Rosa solía alzar la cabeza y gritarle: No enrede, D. Andrés... ¡Madre mía, qué revoltoso es! El joven volvía a su sitio.

Tenía más dinero que Alicia y su representante: podía resistir, y acabaría por vencerlos. El príncipe se fué al bar, entreteniéndose en beber lentamente dos mixturas americanas, dulces y amargas al mismo tiempo, muy cargadas de alcohol. Quería embriagarse un poco, para sentirse al mismo nivel de aquella mujer que tan desesperadamente jugueteaba con la suerte. Se vió solo.

Ya, en esto, el Cojuelo y don Cleofás descubrían la dicha venta, y, apeándose del aire, entraron en ella, pidiendo al Ventero de comer, y él les dijo que no había quedado en la venta más que un conejo y un perdigón, que estaban en aquel asador entreteniéndose a la lumbre. Pues trasládenlos a un plato dijo don Cleofás , señor Ventero, y venga el salmorejo , poniéndonos la mesa, pan, vino y salero.