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Mientras escogía yo la más ancha de las hojas de una higuera, la señorita de Porhoet cerró á medias un ojo y siguió con el otro y con complacida sonrisa la gallarda marcha de su favorita, á través del camino lleno de sol. Mírela, primo me dijo muy quedo ¿no sería digna de ser de los nuestros?

Pues oiga usted se atrevió a decir la Infanzón sin mirar a su esposo ; diga usted lo que quiera, esta capilla me parece a muy bonita; y me parece en cambio muy feo profanar el templo... ¡blasfemando así de Dios y sus santos! Ea, se había cansado; quería dar la batalla al libertino y escogía, con un pudor evidente, el terreno neutral, del arte, puro y desinteresado.

Inquieto en su asiento, Navarro vaciló entre la ira y la curiosidad. Esas cosas dijo no se pueden creer sin algo que lo pruebe.... ¿A ver, qué es eso? ¿Qué significa ese paquete atado con cintas encarnadas? Salvador había sacado un paquete y escogía en él los papeles que quería mostrar a Carlos.

Era la Noche, divinidad misericordiosa que hacía ver á los desterrados en este rincón del planeta todos los seres amados por ellos. Como Ricardo Watson estaba solo en el mundo, la Noche escogía para él la flor más primaveral... Y el joven, antes de cerrar los ojos, empezó á conocer la dulce melancolía que acompaña siempre al primer amor.

Sagaz como ningún vetustense, clérigo o seglar, había sabido ir poco a poco atrayendo a su confesonario a los principales creyentes de la piadosa ciudad. Las damas de ciertas pretensiones habían llegado a considerar en el Magistral el único confesor de buen tono. Pero él escogía hijos e hijas de confesión. Tenía habilidad singular para desechar a los importunos sin desairarlos.

Los platos y los amigos no eran los que escogia la vanagloria, que en todo preferia á la apariencia la realidad, y así se grangeaba una estimacion sólida, por eso mismo que ménos á ella aspiraba.

Las doncellas de doña Paula venían siempre de su aldea; las escogía ella cuando iba por el verano al campo. Las conservaba mucho tiempo. La condición de dormir cerca del señorito, por si llamaba, se les imponía con una naturalidad edemíaca. Ni las muchachas ni el Magistral habían opuesto nunca el menor reparo.

Ella designaba el nombre que había de recibir en la pila bautismal cada villalegrino que naciese; ella decretaba, después de estudiar aptitudes, capacidades y recursos, el oficio que cada cual había de aprender y ejercer, y ella escogía marido para cuantas niñas casaderas vivían en el pueblo y pertenecían a familias merecedoras por algún título de su atención y cuidado.

Lo que infundía pavor y asco era nuestra impía ferocidad, era nuestra desventurada época, era aquella escena repugnante, era aquel sacrílego recreo, era la risa imbécil ó el estúpido comentario de tal ó cual señorita ó mancebo, que escogía semejante ocasión para aventurar un conato de chiste..... De mi visita á las ruinas de los claustros de Yuste guardo recuerdos indelebles.

Panderetas de las más abigarradas, abanicos y algunos cuadritos fueron llegando sucesivamente en todo el transcurso del día, y D. Manuel escogía y pagaba. Aquello le entretuvo agradablemente, y se reía pensando en la felicidad que iba a repartir entre sus amistades londonenses. «Esta suerte de picas con el caballo pisándose las tripas está pintiparada para las de Simpson, que son tan marimachos.