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El implacable Quevedo continuó: Y dad gracias á Dios de que su sabia y misericordiosa providencia me haya traído á tiempo de impedir el gran crimen que había meditado Dorotea, y su contrahecho amante el bufón del rey. ¡Cómo! ¿aquel hombre era...? ; era ese amante feroz y bajo que tienen todas las aventureras: era su puñal. Me estáis revelando cosas horribles.

9 Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué te has olvidado de ? ¿Por qué andaré yo enlutado por la opresión del enemigo? 11 ¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué bramas contra ? 1 Júzgame, oh Dios, y pleitea mi pleito; de gente no misericordiosa, de varón de engaño me libra. 3 Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán; me conducirán al monte de tu santidad, y a tus tabernáculos.

Dice que con la herencia que él le dejará, para nada necesita la carrera; quiere hacer de él un hombre a la moda, y quién sabe si tendrá pensado casarle por lo menos con la princesa de Asturias.... Y reía al decir esto con una risa misericordiosa, como si se sintiera elevado por encima de todas las miserias.

Sube, vida perdurable dijo Polo con vocecilla misericordiosa. El borracho se encaramó en el vehículo, arrastrando su saco vacío, y Zaratustra tiró de las riendas, haciendo salir a la mula oblicuamente para ganar el centro del camino. Adiós dijo el trapero . No olvides, Isidrillo, que la abuela te espera.

Lo que deseaba era tropezar en el Congo con un hipopótamo, un león ó cualquiera otra bestia misericordiosa, que, al desgarrarlo en pequeños pedazos, le librase del recuerdo de miss Craven la ingrata. Después de esta entrevista, la millonaria creyó necesario acelerar los acontecimientos.

La mano misericordiosa del coloso le volvió á su seguro refugio; pero después de esta aventura mortal parecía haber perdido las ganas de prolongar el paseo y guió á su protector hacia la Universidad. Siguiendo sus consejos, Gillespie marchó lentamente para fijarse en todas las particularidades del edificio que Ra-Ra le iba explicando.

Y como este pensamiento agobiase a Cervantes, y le turbase y le aniquilase, como si hubiese sentido sobre la justiciera y al par misericordiosa mano de Dios, vaciló, y con la mampara dio, y causó ruido; y a aquel ruido sucedió inmediatamente el ladrar de un perro dentro de la estancia, y el ladrar con toda la fuerza y la saña que su vejez le permitían, porque aquel perro era el triste compañero que a Margarita había seguido.

Era la Noche, divinidad misericordiosa que hacía ver á los desterrados en este rincón del planeta todos los seres amados por ellos. Como Ricardo Watson estaba solo en el mundo, la Noche escogía para él la flor más primaveral... Y el joven, antes de cerrar los ojos, empezó á conocer la dulce melancolía que acompaña siempre al primer amor.

Desde entonces, los campos que hacía más de cien años trabajaban los ascendientes del pobre labrador habían quedado abandonados á orilla del camino. Su barraca, deshabitada, sin una mano misericordiosa que echase un remiendo á la techumbre ni un puñado de barro á las grietas de las paredes, se iba hundiendo lentamente.

¿Cómo, pues, habla con tan poco respeto de la poesía que hizo surgir la luz de la inteligencia, el mundo moral de las ideas, del caos sin forma ni color de las masas inertes de nuestro ser material? ¡Arrodíllate, pecador, y pide la absolucion de tu blasfemia, á los piés de esa madre misericordiosa, que se llama poesía, y de cuyo seno mana la leche y la miel con que alimentas tu alma!