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Las vendedoras de buñuelos y de bollos con miel y castañas confitadas, atraían a los compradores con sus gritos frecuentes, mientras que los muchachos de la escuela formaban grandes corros para cantar villancicos, acompañándose de panderetas y pitos, delante de los pastores de las cercanías y demás montañeses que habían acudido al pueblo para pasar la fiesta.

Panderetas de las más abigarradas, abanicos y algunos cuadritos fueron llegando sucesivamente en todo el transcurso del día, y D. Manuel escogía y pagaba. Aquello le entretuvo agradablemente, y se reía pensando en la felicidad que iba a repartir entre sus amistades londonenses. «Esta suerte de picas con el caballo pisándose las tripas está pintiparada para las de Simpson, que son tan marimachos.

Duraba aquel viento sur blando, templado, perezoso; a veces ráfagas vivas movían como sonajas de panderetas las hojas, que empezaban a secarse y sonaban con timbre metálico. Eran como estremecimientos de aquella naturaleza próxima a dormir su sueño de invierno. Ana oía ruidos confusos de la ciudad con resonancias prolongadas, melancólicas; gritos, fragmentos de canciones lejanas, ladridos.

Es el sello de nuestras ferias y romerías: el sonido de las tarrañuelas de cien y cien bailadores á lo alto, al compás de las panderetas que tañen las mejores mozas del lugar. Sigamos.

Es tu ritmo la ronda bulliciosa de crótalos y locas panderetas, de guitarras que dicen el elogio de unos ojos reidores que asaetan; es la risa que en notas se desata cual cristalino desgranar de perlas, el madrigal sonoro que deslíe sus estrofas de amor en las verbenas, y el chocar de las copas musicales donde hierve la sangre de las cepas.

Me ha entrado de repente y con un empuje... No veo la hora de que amanezca para mandarle a Tom que haga el equipaje. Mañana haré mis compras. No puede uno ir de España sin llevar los regalitos de abanicos y panderetas... ¡Ay, qué feliz me siento con esta idea que me ha dado! ¡Irme!... ¡Si esto debiste resolverlo hace tiempo! ¿Para qué estás aquí, para consumirte más?

En tanto Rossini llenaba la casa de abanicos y panderetas, y Moreno escogía y pagaba, entreteniéndose luego en envolverlos en papeles y en ponerles rótulos con el nombre del destinatario.

Las torres soltaron el último repique; el órgano desató sus raudales de místicas harmonías, y a sus acordes solemnes se unió festivo coro de infantiles voces, de gorjeadores pitos, de ruidosas y tintinantes panderetas. La misa principiaba.... El P. Solís entonaba con su vocecilla devota y simpática: «¡Gloria in excelsis DeoDe mi casa al despacho de Castro Pérez.

Con la caída de la tarde se fue amortiguando el escándalo de aquella bacanal campesina; se extinguieron los ruidos de guitarras y panderetas, y al anochecer, las pandillas de clérigos aparecían paseando en el camino a la entrada de las aldeas. Oscura, oscurísima era la noche cuando el convoy entró en la capital de Navarra.

Entendió que su hijo se llamaría decididamente Antonio, no recordaba qué otra cosa, y Sebastián. Sebastián... ¿para qué? En fin, poco importaba. Las de Ferraz miraban al niño y al cura con la boca abierta, y como quien asiste a una farsa muy chusca; eran creyentes como cada cual, pero en el mundo, para aquellas señoritas como panderetas, todo era una guasa, asunto de broma y de castañuelas.