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El Inocente, por medio de ramas de pino, improvisó un techo para la choza, que no lo tenía, y la Duquesa contribuyó al arreglo del interior con un gusto y tacto que hicieron abrir grandes ojos de asombro a la joven y fugitiva campesina. Ya se conoce que está acostumbrada a casas hermosas en Poker-Flat dijo Flora.

Sus abuelos más próximos habían sido amigos y consejeros de los monarcas, gastando en el fausto de la corte una gran porción de su patrimonio. Y este gran señor bondadoso y franco, que guardaba en la llaneza de su vida campesina la distinción de su ilustre ascendencia, era para Gallardo algo así como un pariente próximo.

Se desasió de la mano acariciadora, sintióse movida por el prodigioso resorte de los nervios, lo mismo que si viese su vida en peligro, y huyó de Febrer como si fuese un asesino. ¡Jesús! Jesús!... Saltó, murmurando esta súplica, a alguna distancia de él, e inmediatamente empezó a correr con sus ágiles piernas de campesina, desapareciendo en una revuelta del sendero. Jaime no fue tras ella.

A juzgar por la esposa de su amigo, excelente mujer de su casa, pero cuarentona más que insignificante, su amiga la señora Liénard, debía ser ya una mujer de edad madura y de trato poco agradable. Delaberge veíase ya discutiendo con una pleiteante campesina y esta enfadosa perspectiva le ponía de mal humor.

No es raro ni tampoco una novedad que una niña de buena cuna se enamore del hijo de un labrador, como no lo es que un caballero ame a una campesina.

La campesina sencillez de costumbres, la inocencia alegre y suave y el amor puro reinarían allí si no fuese porque Lucas, el hijo del alcalde, está prendado, a modo de lascivo sátiro, de la gentil Esperanza, dechado de todas las virtudes y demás buenas prendas que pueden realzar el mérito de una muchacha. El padre de ésta es un excelente sujeto.

Con femenina impertinencia, Coca le repuso: Los jóvenes de buen gusto no me han de querer a , pobre y rústica campesina... Después de comer, Coca ofreció bombones al estanciero, en su rica caja de porcelana de Saxe, resto de los antiguos lujos de la casa. ¡Hermosa bombonera! observó Vázquez, admirándola.

La caridad, sosteniendo al menesteroso un instante para que tomase fuerzas, era tan virtuosa como la campesina que alimenta a las aves de su corral y las mantiene bien cebadas, hasta el momento de devorarlas. Nada había hecho esta virtud pálida para libertar a los hombres.

Despertóse en ella la curiosidad, y preguntó con una avidez de campesina: ¿Es rica?... El gesto afirmativo del señor no la sorprendió. Forzosamente había de ser rica. Sólo una mujer que llevase con ella una gran fortuna podía aspirar a unirse con el último de los Febrer, que habían sido los hombres más notables de la isla y tal vez del mundo entero.

Por fin entregó un sobre cerrado á la aña Nicanora, rogándola que aquella misma tarde fuese á los altos hornos para entregarlo á don Fernando. Todas las preguntas de la curiosa campesina fueron inútiles. La niña estaba de mal humor y no quería contestar. Doña Cristina permaneció invisible hasta la hora de la comida.