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Quedaron convenidos para el día siguiente en hacerse cargo de la criatura, pero tan pronto hubo salido M. Trouchin, su amigo Rousseau, embozado en un capote de paño oscuro, se aproximó al lecho de la recién parida, y a pesar de sus lágrimas, cogió él mismo a su hijo y se lo llevó al Hospicio, perdiéndolo para siempre, pues ni siquiera le puso al entregarlo marca de reconocimiento.

9 Hijo de hombre, profetiza, y di: Así dijo el Señor DIOS: Di: El cuchillo, el cuchillo está afilado, y aun acicalado; 11 Y lo dio a acicalar para tenerlo en la mano; el cuchillo está afilado, y está acicalado, para entregarlo en mano del matador. 12 Clama y aúlla, oh hijo de hombre; porque éste será sobre mi pueblo, será él sobre todos los príncipes de Israel.

Una o dos veces le vi hacer un paquete de ciertos papeles, encerrarlo en un sobre con dirección a París y entregarlo con especial recomendación al encargado del correo en Villanueva. Luego notábase que esperaba con febril ansiedad una respuesta que no llegaba siempre, por lo visto. Después, otra vez comenzaba a llenar cuartillas, como un roturador que pasa de uno a otro surco.

58 Mas Pedro le seguía de lejos hasta el patio del sumo sacerdote; y entrando, estaba sentado con los criados, para ver el fin. 59 Y los príncipes de los sacerdotes, y los ancianos, y todo el consejo, buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarlo a la muerte; 61 que dijeron: Este dijo: Puedo derribar el Templo de Dios, y en tres días reedificarlo.

Luego, a impulsos de su deseo, se atrevía a implorar la protección de don Jaime. ¡Si quisiera darle ayuda!... Bastaría que pidiese una vez el famoso cuchillo, para que su padre se lo entregara al instante. Febrer acogió esta demanda con risa bondadosa. Tendrás el cuchillo, muchacho. Y si tu padre no quiere entregarlo, yo te compraré otro cuando vaya a la ciudad.

Y a empellones lo sacó a la calle para entregarlo a un vigilante, ¡pero cuál no sería su asombro al verse agredido a trompada limpia! Acudió el vigilante, y ladrón y changador fueron conducidos a la comisaría por "desorden en vía pública". El ladrón decía, no obstante

Delante de él, sobre la mesa, donde se ven casi siempre en orden, blancos y redondos, pequeños montones de harina de flor, brillan entonces pequeños montones de monedas de plata; y en lugar de los bretzel miserables se oye el crujido de los billetes de banco. Es el tesoro que Martín le confió el último domingo con el encargo de entregarlo a Juan.

Por eso yo me resolví a entregarlo a la tropa, pues de ese modo quitábamos del pueblo a un sujeto nocivo y libraba yo a mi sobrina de un impertinente. Pero Vd. se acordará de aquella misma Nochebuena en que, al hablar de Pablo en mi casa, cuando estábamos cenando, Carmen se echó a llorar.

Se necesita tener bien envilecido el corazón para entregarlo á un patán como ése. ¡Qué risa!... Digo, no... ¡qué vergüenza! ¡Lindo galán ha elegido la condesa de Trevia!... Este invierno de seguro llamará la atención en las soirées de los duques de Hernán-Pérez. Tengo en mi mano el rayo que os puede pulverizar... ¡Allá os lo envío!

Briz Martinez trae un documento que se dice otorgado á 26 de setiembre del año 1399, cuyo contenido se reduce á que el rey D. Martin deseaba adquirir y tener en su capilla un caliz de piedra, en que N. S. Jesucristo consagró la noche de la cena, y que S. Lorenzo adquirió del santo pontífice Sixto, de quien era diácono y discípulo, y habia venido á parar á S. Juan de la Peña: que para hacer esta peticion deputó al reverendo Antonio arzobispo de Atenas, y que reunidos los monges en capítulo deliberaron entregarlo, de lo cual el dicho arzobispo, y Bernardo prior, hicieron relacion al rey D. Martin que estaba en su capilla menor de la ALJAFERIA, y allí le entregó ó presentó el prior este cáliz, y después de haberlo recibido en sus manos, el rey en agradecimiento dió al prior otro de oro de cinco marcos de peso de Zaragoza, cuyos esmaltes y figuras se particularizan en el mismo instrumento, con obligacion de que los monges no lo pudiesen vender ni empeñar.