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Toqué su corazón, escuché su pecho y retrocedí horrorizada. ¡Estaba muerta! Una inmensa desesperación se apoderó de . ¿Era posible que me hubiese convertido en una criminal? Era verdad que me había hecho traición, insultado, agredido... Pero yo la había matado y todas las consecuencias se desarrollaron instantáneamente en mi espíritu.

Pero se encontró con una voluntad de hierro y una muñeca de acero: agresor y agredido rodaron agarrados por el suelo; en el mismo instante, el viejo se irguió, tomando con una mano la pistola que había podido arrebatar y con la otra sujetando con el brazo tendido la garganta de un joven de hosco y salvaje semblante, que pretendía deshacerse con esfuerzos sobrehumanos.

El General don Pantaleón García fué el único que en tan crítico momento se encontraba en su puesto de Maypajo, Norte de Manila; pues los Generales Noriel, Rizal y Ricarte y los coroneles San Miguel, Cailles y otros, estaban fuera, disfrutando de sus licencias. El General Otis, segun informes verídicos, telegrafió á Washington que los filipinos habían agredido al ejército americano.

Cuando á un pueblo se le niega la luz, el hogar, la libertad, la justicia, bienes sin los cuales no es posible la vida y por lo mismo constituyen el patrimonio del hombre, ese pueblo tiene derecho para tratar al que así le despoja como al ladron que nos ataja en el camino: no valen distingos, no valen escepciones, no hay más que un hecho, una propiedad, un atentado y todo hombre honrado que no vaya de parte del agredido, se hace cómplice y mancha su conciencia.

La conciencia me obligaba a hacer esta declaración, pues yo le había agredido por leve motivo, teniendo en cuenta que hablaba en broma. Sin embargo, más adelante pensé que bien podría haber sido preparada aquella escena, porque el malagueño era hombre malintencionado y vengativo.

El papel de agredido es siempre el más grato y justifica todas las resoluciones ulteriores por extremadas que parezcan. Allá tenemos gentes que viven bien y no desean la guerra. Es conveniente hacerlas creer que son los enemigos los que nos la imponen, para que sientan la necesidad de defenderse.

Y a empellones lo sacó a la calle para entregarlo a un vigilante, ¡pero cuál no sería su asombro al verse agredido a trompada limpia! Acudió el vigilante, y ladrón y changador fueron conducidos a la comisaría por "desorden en vía pública". El ladrón decía, no obstante