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Eso equivale a poner un changador fornido frente a un ser enteco y decir a éste: ¡imítalo!... levanta los pesos que aquél...

Y a empellones lo sacó a la calle para entregarlo a un vigilante, ¡pero cuál no sería su asombro al verse agredido a trompada limpia! Acudió el vigilante, y ladrón y changador fueron conducidos a la comisaría por "desorden en vía pública". El ladrón decía, no obstante

Misia Casilda se acercó, dando vueltas en su imaginación a esta idea: ¿Será cierto la marcha al Frigal? y si se van al Frigal, ¿será cierta la quiebra? El mal trago, pasarlo pronto: la señora entró, y sufriendo los codazos de los mozos mal olientes, a la verdad, subió la escalera sucia de polvo, deteniéndose, para dar paso a un mueble que bajaban o a un changador, que subía.

¡Es muy distinto, Lorenzo!... Y aun asimismo, a fuerza de ejercicio perseverante y metódico, el enteco puede llegar a imitar al changador; pero en cambio no me negarás que el hombre más sucio y desidioso de su persona puede reaccionar y ponerse, en una hora, a la altura del más higiénico y acicalado... ¿no es verdad?... todo es cuestión de jabón... ¡mucho jabón!... y agua en abundancia.

¡Señor, ese changador es un canalla..., nos hemos peleado porque le cobré dinero, y ahora me sale con una pata de gallo!... ¡Está lindo lo que pasa! Los que dan caramayolé o la biaba son los ladrones de la clase más íntima, es la plebe del mundo lunfardo: ellos no necesitan para realizar sus empresas usar el mínimum de talento.

En el segundo caso, asciende en la consideración del gremio y su tarea se facilita con ventaja personal: se hace changador de otarios, es decir, buscador de víctimas, empresario, director, prestamista, consejero e intermediario entre los capitalistas y grandes dignatarios de la orden y los pobres ejecutores que pagarán con el martirio de su cuerpo cualquier contrariedad de la suerte.

Por eso los estafadores veneran el tiempo: teniéndolo, son capaces de robar a un avaro. Sus trabajos son largos, pero seguros. Rara vez emprenden ellos la tarea de estudiar el individuó a quien van a hacer víctima de su habilidad: ese es trabajo del auxiliar, a quien ellos llaman changador de otarios, y que permanece siempre en la sombra, aun cuando lleva la parte más gorda de la empresa.

Susana me escribió que se iban al Frigal, pero no creía yo que fuera tan pronto... ¡Se va entonces a la estancia! y pobre, completamente arruinada; con qué alegría me lo dice en su última carta: «Ahora que somos iguales, no habrá más obstáculo a nuestra felicidad que la desavenencia de las dos familias, pero de esto me encargo yo.» ¡Siempre la misma, confiando en Dios! bien se ha portado Dios con nosotros, que no ha querido oírnos... Allí está el balcón, por donde ella me aparecía: un changador se ve ahora, triste representación de la realidad... no me ves, Susana, ni puedes oírme, pero, desde aquí, te digo que te quiero, que te adoro: ahí va un pedacito de mi corazón destrozado, ¿sabes? todas tus cartas las he quemado, conforme me indicaste: nadie sabrá nuestros secretos... ¡adiós, Susana, adiós!... vamos, si sigo aquí, concluiré por llorar...

Un comisario pescó, en circunstancia muy especial, a cierto escruchante conocido: violentaba una caja en una mueblería, donde se había introducido. El ladrón hacía su trabajo y de repente vio entrar a un changador de la casa, que le dijo: ¿Qué hace usted? Silencio..., tengo una cita con la señora. ¿Cita?... ¡Ahora verá!