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Era una magnífica noche de estío, templada y serena, una de esas noches en las que innúmeras estrellas semejan en su constante centelleo extensa polvareda de diamantes. La brisa suave y acariciadora como un soplo de amor, arrancaba a la arboleda misteriosos murmullos.

El chino, afectando candidez, con su sonrisa la más acariciadora dijo á la dama que escogiese el que más le gustase, pero la dama, más cándida y más acariciadora todavía, declaró que todos los tres le gustaban y se quedó con ellos. Simoun soltó una carcajada. ¡Ah, siñolía! ¡mia pelilo, mia luinalo! gritaba el chino dándose ligeras bofetadas con sus finas manos. El joyero continuaba riendo.

Para ellos no existían obstáculos: todo lo hacían llano con su sabiduría. Había que seguirlos con los ojos cerrados. ¡Si ellos quisieran ayudarles! ¡ay; entonces que no tendrían que temer nada!... Fernandito decía con voz acariciadora. Ve por allí; hazte simpático: tengo la certeza de que mamá te miraría mejor si algún Padre la hablase de ... ¡Y yo sería tan dichosa!...

No, aquí no dijo ella . ¡Por nada del mundo!... Seré tuya, te lo prometo: te doy mi palabra. Pero donde yo quiera, cuando á me parezca... ¡Muy pronto, Ulises! El sintió toda la voluptuosidad de estas afirmaciones, hechas con una voz acariciadora y sumisa; todo el orgullo de este tuteo espontáneo, que equivalía á una primera entrega.

Quiso, pues, llevar a doña Guiomar a que se sentase en un canapé que en el aposento había, y con voz dulce, y tentadora, y acariciadora, y enamorada, la dijo: Ni yo para más que para vos vivo, hermosa y adorada señora mía, ni pudiera vivir después de conoceros, si no fuese para cifrar en vos mi ventura, ni pensar quiero, porque sólo pensar en ello me mataría, que de vos habré de vivir apartado y a otra unido; que sería como verme unido a un insoportable tormento, que me haría desear, como un menor mal, la muerte.

Había colocado, al hablar, una pierna sobra otra con desenfado varonil, y en la punta de uno de sus pies danzaba una babucha roja, de alto tacón dorado, diminuta como un juguete y cubierta de gruesos bordados. A Gallardo le zumbaban los oídos, se le nublaba la vista: sólo alcanzaba a distinguir unos ojos claros fijos en él con una expresión entre acariciadora e irónica.

Gabriel no podía vivir solo. Estaba habituado a ver cerca de él unos ojos azules, a oír una voz acariciadora, con inflexiones de pájaro, que le animaba en los momentos difíciles, y no pudo resistir la soledad en tierra extraña después de la muerte de Lucy. Despertóse en él un vehemente amor por la tierra natal.

Pero María Teresa no la escuchaba ya. Sentada delante del fuego, amodorrada por la fatiga y por el calor que le daba la chimenea, le parecía oír distintamente dos voces en su interior: la una acariciadora, inspirada en las mismas ideas de Diana, que la incitaba a alegrarse de la asiduidad de Huberto; la otra, evocando consideraciones de un orden diferente, dominadora, imperiosa, le aconsejaba que esperase antes de decidirse.

Vale más con su chaquetón de monte que todos esos señoritos del Caballista. Yo estoy por lo popular: yo soy muy gitana... Y dando al joven un ligero bofetón con su manecita acariciadora, siguió la marcha, volviendo varias veces la cabeza para sonreír a Fermín, que la seguía con la vista. ¡Lástima de muchacha! se dijo.

Esa frase que se había ganado y que le distinguía de los demás mortales, le sonaba en el oído de una manera especial: la encontraba dulce, acariciadora, melodiosa.