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Mientras las luces astrales que titilan en los cielos se miran en los cristales de los hielos, y sube la nota única como un ágil rima rúnica que allá en la noche serena va dilatando sus ecos por el último confín, y la campanilla suena dilín, dilín... ¡Melodiosa y cristalina suena, suena, suena, suena, suena, suena la nota ágil y argentina con metálico y alegre y límpido retintín! ¡Escuchad!

El joven le pareció mucho más bello en el original que en los retratos, y cuando oyó su voz, argentina, melodiosa, y rica de tonos persuasivos y suaves, que roban la prudencia y la calma, apenas pudo sostenerse y pensó que se desmayaba.

Hacía tiempo que la pequeña redoblaba la risa, y su carcajada melodiosa, repentina y breve, era sólo comparable a gorjeo de pájaro.

Entonces se acordó de ti, mi querida prima; lanzó un suspiro y se le cayó de las manos la formidable pluma; peinó, alisó y cubrió de pomada la cabellera serpentina de su Némesis, y yo me he escapado de una buena, gracias a los hermosos ojos de mi prima. Pero añadió Rafael viendo entrar a Stein , aquí viene la más preciada de las piedras preciosas ; piedra melodiosa como Memnon.

Y, en efecto; de una de las tribunas cercanas al órgano, salió de repente una voz pura y melodiosa que parecía bajar del cielo, y la concurrencia guardó un profundo silencio. Nunca se había expresado aquella prodigiosa voz con más sentimiento ni ternura, ni sus acentos habían sido tan penetrantes.

Juanita tenía una voz melodiosa y clara y sabía leer muy bien, lo cual es bastante raro, dando a lo que leía entonación y sentido. Pronto atinó a mostrar a doña Inés que ella poseía habilidad tan útil, y no tardó doña Inés, que se fatigaba algo leyendo, en tomar a Juanita por lectora.

Y entonces el viejo a quien yo he preguntado mueve la cabeza con su gesto característico y replica filosóficamente: Lo mismo da patacón que diez céntimos. Cantan a lo lejos los gallos. De pronto vibra en los aires una campanada, larga, grave, sonora, melodiosa; y luego, al cabo de un momento, espaciada, otra, y después otra, otra, otra... Esto es a agonía dice una vieja.

Esta noche me encontraba en esa situación indefinible que no tiene casi nada de la actividad de la vida, pero que tampoco es el sueño. Creí oír una música muy melodiosa, de una expresión suave y conmovedora, y cuyos sonidos eran modulados con tanta dulzura, que ni siquiera el arpa los hubiera podido producir más tiernos y más seductores.

Cruzamos a la vista de la isla de Cuba, enfrentamos las Bahamas y nos detuvimos a tomar carbón en una de las islas Barbadas: tales fueron todos los accidentes del viaje. Mi único entretenimiento a bordo era cuidar un turpial que traía una niña de Colombia. El ave melodiosa me pagaba sus atenciones con su silbo de una dulzura melancólica y profunda.

Tal cual la vio, oyó y admiró Fabrice por la primera vez en el blanco salón de la baronesa, con su belleza de Musa y su voz grave y melodiosa, tal está Beatriz delante de él en estos momentos... Y Beatriz es su mujer: tiene allí, además, bajo su vista, cerca del corazón, su hija y su arte, es decir, todo cuanto ama en el mundo... y no es dichoso... Las venenosas insinuaciones de la señora de Montauron voltejean traidoras, implacables por su cabeza.