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Actualizado: 2 de junio de 2025
Nada faltaba allí para el mueblaje natural de un lugar de reposo y de delicias; ni los pilares rústicos, formados por las cuarenta y cinco encinas diseminadas por la pintada alfombra, ni el artesonado inimitable del follaje agitado por el hálito intermitente que reanima al caminante, ni la melodiosa música de ruiseñores y pinzones que cantan cerca del nido donde empolla la hembra, ni el blanco cojín de musgo seco formado junto al tronco de los árboles, ni el sonoro curso del arroyo filtrando entre las matas tiernas de los juncos, tanto más lustrosos cuanto más oscuros, para ir a perderse entre los prados, ni el vapor que rodea las montañas, agrupadas como panorama griego, que vistas entre las ramas, parece que se admira un cuadro desde una ventana abierta entre ondulantes cortinas.
Esa frase que se había ganado y que le distinguía de los demás mortales, le sonaba en el oído de una manera especial: la encontraba dulce, acariciadora, melodiosa.
Entonces mi alma estasiada Se desprende de este suelo, Y se remonta hasta el cielo A contemplar la creacion; Y desplegando sus alas Como el águila altanera, Vuela de esfera en esfera En rápida sucesion. Si por acaso una voz Dulce, tierna y melodiosa, Una cancion armoniosa A lo lejos hace oir, La música me figuro De la danza de las horas, Que con sus plantas sonoras Hacen el aire crujir.
Entonces, recordó que tenía voz de contralto, de no mucha extensión y poco cultivada, pero sumamente dulce y melodiosa. Por fin, logró una plaza en un coro de capilla, sosteniéndola durante tres meses, muy en su provecho pecuniario, y según se decía, a satisfacción de los caballeros de los últimos bancos que volvían la cara hacia ella durante el canto del último rezo.
ilang-ilang de ramaje desmayado varillaje de verdosos parasoles tú eres fuerte por el beso que han dejado en tu copa melodiosa muchos soles. Son tus flores glaucos astros pensativos y eres todo, cuando ondulas, incensario ante el ara de los dioses primitivos en el templo de algún bosque milenario.
Al fin se llegáron á la primera casa del lugar, que tenia trazas de un palacio de Europa; á la puerta habia agolpada una muchedumbre de gente, y mas todavía dentro: oíase resonar una música melodiosa, y se respiraba un delicioso olor de exquisitos manjares.
De repente penetra desde lo alto en el imperio de las tinieblas una música melodiosa; se ve una esfera celeste, y en su centro el divino Orfeo con una lira en la mano, y á sus pies los Siete días y la Naturaleza humana, profundamente dormida. Orfeo comienza á cantar, y despierta con su voz á la Naturaleza humana.
Mientras el auditorio aguardaba en silencio, respirando apenas, a que la emoción religiosa permitiera al orador continuar, él oía como en éxtasis de autolatría el chisporroteo de los cirios y de las lámparas; aspiraba con voluptuosidad extraña el ambiente embalsamado por el incienso de la capilla mayor y por las emanaciones calientes y aromáticas que subían de las damas que le rodeaban; sentía como murmullo de la brisa en las hojas de un bosque el contenido crujir de la seda, el aleteo de los abanicos; y en aquel silencio de la atención que esperaba, delirante, creía comprender y gustaba una adoración muda que subía a él; y estaba seguro de que en tal momento pensaban los fieles en el orador esbelto, elegante, de voz melodiosa, de correctos ademanes a quien oían y veían, no en el Dios de que les hablaba.
Oye un día una voz celestial, acompañada de melodiosa música, que la reconviene por sus excesos. Síguese á esta exhortación dos apariciones, mostrándole una el fin horrible que la aguarda si persevera en la senda del pecado, y la otra la corona inmortal que ha de ceñir las sienes de la pecadora arrepentida.
Sólo la mente, mejor que los oídos, escuchaba un rumor solemne, una música grave y melodiosa, como el himno que las esferas entonan sin cesar al Eterno. Poco á poco fué entrando el vértigo en el alma de Laura. Un deliquio voluptuoso, dulcísimo, se apoderó de sus sentidos, dejando despierta tan sólo la fantasía; y empezó á soñar.
Palabra del Dia
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