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Todo esto vio Miguel con asombro y deleite. Su tío le llevó varios días al ensayo y le iba explicando minuciosamente lo que cada objeto del diminuto teatro significaba y para lo que servía. Los futuros intérpretes de Rossini y Donizetti le agasajaban mucho; pero una cosa no podía sufrir con paciencia, y era que todos al besarle o darle afectuosas palmaditas en el rostro le mostrasen compasión. ¿Dónde tienes a papá? En Sevilla, contestaba él. ¿Y qué fue a hacer a Sevilla? le preguntaban sonriendo. Miguel se encogía de hombros. ¿No fue a buscarte una mamá?

¡Bah!... Mira, esas bromas son impertinentes. ¿Con que fuera de cuenta? Pues nada, no se te conoce. Porque lo disimulo. ; para disimular estás . Lo que harías , con las ganas que tienes de chiquillos, sería salir para que todo el mundo te viera con tu bombo, y mandar a Rossini con un suelto a La Correspondencia. Pues te digo que ya no hay día seguro.

Estas notas de los grandes maestros han resonado audazmente en toda la casa; desde el fondo de las habitaciones lejanas, las mujeres enlutadas esas mujeres tristes de los pueblos oirían llenas de espanto y de indignación las melodías de Chopín y Rossini. Una ráfaga de frescura y sanidad ha pasado por el aire; algo parecía conmoverse y desgajarse...

En tanto Rossini llenaba la casa de abanicos y panderetas, y Moreno escogía y pagaba, entreteniéndose luego en envolverlos en papeles y en ponerles rótulos con el nombre del destinatario.

Ea, pues si no viene Rossini, no los meto y saco todo el cuerpo fuera. Y entraba Plácido y le contaba mil cosas divertidas, que siento no poder reproducir aquí.

La muerte de Arturito y la pérdida del bastón, aunque pronto empezaron a olvidarse ambas cosas, y por último la aparición de la famosa contralto Rosina Stolz, que iba a estrenarse en el teatro principal, en la Semíramis de Rossini, donde ella era admirable, como actriz y como cantora, haciendo el papel de Arsaces.

Esta salió al pasillo, recibió de manos de Rossini la sagrada imagen, y quitándole el pañuelo de seda que la envolvía, entró con ella en la sala, pareciéndose mucho, en tal momento, a una verdadera santa escapada del Año Cristiano para recibir culto en el pintoresco altar, que simbolizaba la ingenua sencillez y firmeza de las creencias del pueblo.

La música sublime de Rossini exaltó más y más la fantasía de Ana; una resolución de los nervios irritados brotó en aquel cerebro con fuerza de manía: como una alucinación de la voluntad. Vio, como si allí mismo estuviese, la imagen de su resolución, «... ella... ella, Ana a los pies del Magistral, como María a los pies de la Cruz.

Se le había ocurrido aquella tremenda traza de mortificación propia en la novena de los Dolores, oyendo el Stabat Mater de Rossini, figurándose con calenturienta fantasía la escena del Calvario, viendo a María a los pies de su hijo, dum pendebat filius, como decía la letra.

Lo que se conoce en París con el nombre de pasaje de la Opera es una red de galerías más o menos estrechas, más o menos alumbradas, de muy diversos niveles, que unen el bulevar, y las calles Lepeletier, Drouot y Rossini. Un largo corredor, descubierto en su mayor parte, se extiende, desde la calle Drouot a la calle Lepeletier, normalmente a las galerías del Barómetro y del Reloj.