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Nadie como Borrén para descubrir beldades inéditas, para predecir si una muchacha valdría o no «muchas pesetas» andando el tiempo, y fallar si poseía la quisicosa llamada gracia, salero, gancho, ángel, chic, buena sombra, y de otros mil modos lo cual prueba que es indefinible.

Su primer libro, Memorias de un vigilante , vio la luz bajo el pseudónimo de Fabio Carrizo; le siguieron Viaje al país de los matreros y En el mar austral . En el tercer aniversario de su muerte se reunieron sus cuentos, publicados en la revista Caras y Caretas, bajo el titulo Cuentos de Fray Mocho . Otros no han sido publicados en libro y aparecerán con el título Salero Criollo.

Y eso que esta tiene fama de virtuosa, ¡uf! ¡yo lo creo!... La virtuosísima señora ministra de Gracia y salero... ¡pero, señor, cómo demonches se llama ese tipo de ministro!...

¡Olé, salero! ¡Viva tu mare! se atrevió a gritar un andaluz con acento gallego. Su entusiasmo le costó una galleta un coscorrón de un su amigo, más respetuoso. ¡So bruto, mira que es la Regenta! Era popular su hermosura. A Petra también le decían los pollastres que era un arcángel; iba contenta. Ana sonreía y aceleraba el paso.

Las faldas, en vez de llevarlas cortas, las llevan largas, y van barriendo con la cola el polvo de los caminos. En resolución, es una pena este abandono del traje propio y adecuado. A pesar de tales disfraces, la belleza, o al menos la gracia, el garbo y el salero, son prendas comunes en mis paisanas. Tienen en el andar mucho primor, y más aún si bailan.

Hasta parece que se dislocó un poco el tobillo izquierdo, sin que el dolor le impidiera acomodarse el zapato con serio y recatado ademán, dando amablemente las gracias a Pablito. Al contrario, la bella doña Inés sólo apoyó ligeramente su mano en el hombro del joven duque, y saltó con tanto salero y coquetería, que el mismo gran maestre don Fernando hubo de sonreírle.

Despabilose al cabo de pocos minutos, miró al barón algunos momentos fijamente con extraña ferocidad y profirió estropajosamente: Quisiera, señor barón, que me explicase usted qué entiende por cazuela. ¡Anda, salero! ¿Ahora salimos con eso? ¿A usted qué le importa que signifique uno u otro? Es que yo quisiera... ¡entendámonos! Ya nos hemos entendido.

¿Que no son bonitos, lucero? Anda, y eso delante de testigos y te llevarán á la cárcel. Déjame besarlos, salero, ya que sin razón les has faltado...

¡Bien, salero! gritaron todos . Ahora el fandango, y a bailar. Al oír el preludio del baile eminentemente nacional, un hombre y una mujer se pusieron simultáneamente en pie, colocándose uno enfrente de otro. Sus graciosos movimientos se ejecutaban casi sin mudar de sitio, con un elegante balanceo de cuerpo, y marcando el compás con el alegre repiqueteo de las castañuelas.

Otro día sacarían loza, imágenes, y caballos de cartón de los que daban, a partir ganancias, en la fábrica de la calle del Carnero. Largamente hablaron ambas de su negocio, y se alababan recíprocamente, porque si Cuarto e kilo era de lo que no hay para la adquisición de género por gruesas, a la otra nadie aventajaba en salero y malicia para la venta al menudeo.