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Los ¡oles! y los ¡bravos! y los requiebros de toda clase resonaron en la taberna. Á la embriaguez del vino sucedía la del arte, más noble y delicada. ¡Venga otra, Paquilla! ¡Bendita sea la hora en que tu padre se dió un coscorrón con la reja de tu madre! Paca, orgullosa, sonriendo levemente, dejó volar otra copla.

Sonaron pasos en las habitaciones inmediatas, abriéronse puertas con estrépito: oíanse las voces y la respiración jadeante de varios hombres, como si marchasen abrumados por un gran peso. No es nada... un coscorrón. No tienes sangre. Antes de que acabe la corrida estarás picando.

No se oía sino el rabioso crujir de las mandíbulas tiburonianas de mi tía Medea, que con cierta complacencia maléfica, aunque llena de voluptuosidad, imaginaba aplastar el cráneo de alguna de sus rivales en el inocente coscorrón de pan que roían sus molares y el tímido y casi silencioso masticar de los que temíamos herir los oídos susceptibles de la señora.

Después de haber charlado mucho, entraron con Doña Flora en la iglesia del Carmen, y allí, sacando cada cual su rosario, rezaron que se las pelaban un buen espacio de tiempo, y alguno de ellos me aplicó lindamente un coscorrón en la coronilla, porque en vez de orar tan devotamente como ellos, prestaba demasiada atención a dos moscas que revoloteaban alrededor del rizo culminante del peinado de Doña Flora.

Y no se vaya á creer que este agujero del bolsón patrimonial apenaba al solariego; nada de eso. Seturas pleiteaba con la desdeñosa tenacidad de todo buen montañés, para quien nada supone el bollo cuando se trata del coscorrón; lo propio hizo su padre, muerto gloriosamente de un sofocón á la puerta de la Audiencia, por llegar á tiempo á presenciar la quincuagésima-octava vista del proceso.

Allá un boga voluntarioso, de cuerpo espigado y ágil, le echaba chicoleos de champan á una moza de mirada un tanto pecaminosa, recibiendo en cambio un coscorron por via de agasajo.

Cuando está mamá delante, ya se guarda ella de tocarme el pelo de la ropa. ¡Y que lo diga! ¡Menudo coscorrón se ha mamado ayer!... Ya me dijo mamá: «no seas tonto, Enrique; el día que te pegue tu hermana, tírale a la cabeza con lo que tengas a manoAquí está la badila; ¡que venga, que venga!... ¡Vaya, hombre, que ya no se puede sufrir! ¡todo el día pega que te pegarás, como si yo fuese un mulo de artillería!...

Un niño de tres o cuatro años había cogido el resto del pan blanco llevado por Elena y lo estaba babeando concienzudamente al tratar de morderlo sin partir; pero el mayor lo vio e interrumpió su cantinela llorosa para quitárselo, y reforzó vigorosamente este acto de justicia con un coscorrón en la cabeza del delincuente, después de lo cual secó el zoquete con un jirón que le colgaba de la manga.

Y así llegaron los cuatro ciegos al palacio del rajá, que era por fuera como un castillo, y por dentro como una caja de piedras preciosas, lleno todo de cojines y de colgaduras, y el techo bordado, y las paredes con florones de esmeraldas y zafiros, y las sillas de marfil, y el trono del rajá de marfil y de oro. «Venimos, señor rajá, a que nos deje ver con nuestras manos, que son los ojos de los pobres ciegos, cómo es de figura un elefante manso.» «Los ciegos son santos», dijo el rajá, «los hombres que desean saber son santos: los hombres deben aprenderlo todo por mismos, y no creer sin preguntar, ni hablar sin entender, ni pensar como esclavos lo que les mandan pensar otros: vayan los cuatro ciegos a ver con sus manos el elefante mansoEcharon a correr los cuatro, como si les hubiera vuelto de repente la vista: uno cayó de nariz sobre las gradas del trono del rajá: otro dio tan recio contra la pared que se cayó sentado, viendo si se le había ido en el coscorrón algún retazo de cabeza: los otros dos, con los brazos abiertos, se quedaron de repente abrazados.

Su primito Raúl va con él a París, a ver con él al hombre que llama a los pájaros, y la tienda del Louvre, donde les regalan globos a los niños, y el teatro Guiñol, donde hablan los muñecos, y el policía se lleva preso al ladrón, y el hombre bueno le da un coscorrón al hombre malo. Raúl va con Bebé a París. Los dos juntos se van el sábado en el vapor grande, con tres chimeneas.