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Currita parecía titubear, porque había mirado a Jacobo como si le consultase, y este fruncía las cejas; la pícara era ducha y no era del todo fácil hacerle tragar el anzuelo. El diplomático reforzó sus argumentos, y el general Pastor, con militar franqueza, dijo resueltamente: Condesa, más puede usted hacer en ese baile con su abanico que yo en el Norte con mi espada.

El almirante Coello, que mandaba el navío Santiago, enterado del estado en que se encontraban los españoles los atendió con toda clase de recursos, haciendo quedase al mando de la fuerza que se organizó, el capitán de los antiguos tercios D. Juan Santiago; este, como buen soldado, de genio aventurero, de pronta y decisiva acción, de resistente naturaleza y de un valor y tesón á toda prueba, comprendió que las contemplaciones eran el verdadero foco donde se incubaban las hostilidades y la guerra, así que, dejando correr sus instintos en armonía con sus antiguos hábitos de campaña, reforzó el fuerte, levantó empalizadas, acumuló materiales y vituallas, y una vez asegurada la retirada, principió su obra de conquista talando cuantos campos se le oponían y quemando las rancherías que mostraban resistencia.

Vinieron á tiempo que no fueron menester. Primero de marzo, al hacer del alba, hicimos vela para los Gelves con muy buen tiempo, donde llegamos aquella misma noche, y reforzó tanto el viento, que fué muy gran ventura no perderse muchas naves al tornar de los Secos.

Por último, cara a cara, hizo la pregunta, a quemarropa: Pero... en casa de Esteven, ¿no estuviste? ¡No, no, no he estado! contestó con aplomo misia Casilda. Y cada una de estas negaciones, la reforzó con movimientos enérgicos de cabeza.

Un niño de tres o cuatro años había cogido el resto del pan blanco llevado por Elena y lo estaba babeando concienzudamente al tratar de morderlo sin partir; pero el mayor lo vio e interrumpió su cantinela llorosa para quitárselo, y reforzó vigorosamente este acto de justicia con un coscorrón en la cabeza del delincuente, después de lo cual secó el zoquete con un jirón que le colgaba de la manga.

Y aconteció muy luego lo que a la vista estaba desde que la marquesa apuntó la idea de dejar la casa, relativamente modesta, de la calle de Hortaleza; y fue de este modo: el marqués insinuó compromisos de banquete a sus amigos políticos; la marquesa invocó deberes ineludibles de responder a súplicas de sus amigas, dando a aquellos hermosos salones su verdadero destino; es decir, estrenándolos con un baile que, sin gran esfuerzo, haría raya entre las fiestas del «gran mundo» madrileño, habidas y por haber; reforzó el primero sus razones de preferencia, sin negar la gravedad de los compromisos de su mujer, exponiendo deudas de gratitud con los personajes que, para entretener sus apetitos senatoriales, acababan de ofrecerle un distrito vacante en Ciudad Real, para diputado a Cortes; insistió la marquesa en su empeño a favor del baile, sin negar el compromiso del banquete; replicó el marqués, llevando la contraria, hasta con textos de Maquiavelo y de Bismarck; y, por último, terció Verónica, que se hallaba presente en la porfía, proponiendo que se diera una fiesta que tuviera de todo: una recepción, por lo más alto, en la cual anduviera el rumbo del comedor al nivel del brillo de los salones.

Levantó un torreon en el ventajoso sitio de Guansapata, donde colocó una culebrina y un pedrero, con la fusileria correspondiente para su resguardo. Dentro de la villa reforzó las trincheras, y las aumentó, abriendo nuevos fosos en los lugares que le parecieron mas débiles.

Ya en León, y árbitro de dormir a pierna suelta, no abandonó el señor Joaquín el adquirido vicio, antes lo reforzó con otros nuevos: acostumbrose a beber la obscura infusión en el café más cercano a su domicilio, y a acompañarla con una copa de Kummel y con la lectura de un diario político, siempre el mismo, invariable.

Su artillería no cesaba de arrojar bala rasa, protegiendo la formación de las poderosas columnas que bien pronto debían hostilizarnos. Al punto se reforzó el ala derecha, se desplegaron en línea varios batallones, y sin esperar el ataque marcharon hacia el enemigo, amparados por dos piezas de artillería. El primer momento nos fué favorable.

Benina reforzó su argumentación diciéndole: «Y puesto que es el niño tan vergonzoso, y no se atreve con su patrona, ni aun dándole a cuenta la cantidá, yo le hablaré a Bernarda, yo le diré que no le riña, ni le apure... Vamos, tome lo que le doy, y no me fría más la sangre, Sr. D. Frasquito».