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Actualizado: 22 de julio de 2025


Algunas mujeres examinaban los puestos de vidrios, deseando sacar utilidad de sus despojos, fijándose en las grietas y desportilladuras de un salero, de un vaso, de una botella, antes de ofrecer en junto por todo ello cinco céntimos. Un puesto de muñecas viejas atrajo la atención de Feli.

La voz pura y fresca que decía: «¡Kernok, Kernok míoera la suya; ¡cómo no había de ser dulce su voz! ¡Era tan linda con sus facciones delicadas y finas, sus grandes ojos velados por largas pestañas, sus cabellos castaños y sedosos que se escapaban por debajo de las anchas alas de su sombrero, y aquel talle tan esbelto y frágil que dibujaba un vestido de tela azul, y aquella actitud tan viva y tan graciosa! ¡y cuando marchaba libre y desembarazada, con el cuello erguido, la cabeza alta! ¡Ah! ¡qué salero! únicamente que su rostro parecía dorado por un rayo de sol tropical.

A pesar del respeto, algunos no acertaban a contenerse. Este decía: «¡Viva el saleroAquél: «¡Alabado sea Dios que tan hermosa la ha criadoOtro: «¡Ahí va la gloria vivita!» y así por el estilo. En ocasiones, por último, no faltó quien se propasase a tender la pañosa a modo de alfombra o a tirar el sombrero calañés a sus plantas para que ella le hollara y pisoteara.

Hízome sentar en un banquillo cojo, y encima de un poyo me puso un barredero de horno, con un salero hecho de un suelo de cántaro, un tiesto de gallinas lleno de agua y una media hogaza más negra que los manteles. Luego me sacó en un plato una tortilla de huevos, que pudiera llamarse mejor emplastro de huevos: ellos, el pan, jarro, agua, salero, sal, manteles y la huéspeda, todo era de lo mismo.

Ya prosiguió Rafael que escribió otro poema contra las preocupaciones, contando entre ellas el presagio fatal que se atribuye al número 13, la infalibilidad del papa, el vuelco de un salero y la fidelidad conyugal. ¡Vaya, Rafael! exclamó la condesa riéndose , que no ha dicho nada de eso.

Como yo me casé... vamos al caso, delante de la gente... y llevan los chiquillos de la mano, con la desvergüenza del mundo. ¡Anda, salero! ¿Y el arcebispo no los mete en la cárcel? ¡Si ellos son contra el arcebispo, y contra los canónigos, y contra el Papa de Roma de acá! ¡Y contra Dios, y los Santos, y la Virgen de la Guardia! Pero esa lavada de esa Píntiga... ¡malos perros la coman!

No hay en Madrid una mujer que le ponga el pie delante en hermosura, en garbo, en salero.... ¡Qué ojos! ¡qué cejas! ¡qué boquita de rosa!... ¡Hasta las orejas! ¡Mira qué primor de oreja!... Me las comería cada una de un bocado.... ¡Uy! ¡uy! ¡uy! Nati le había echado un feroz pellizco en el brazo. Para que no vuelvas a echar piropos a nadie delante de tu mujer dijo medio en serio, medio burlando.

Ido era tan caballero que le faltó tiempo para hacer la invitación, añadiendo una frase muy prudente. «Pero, tocayo, sepa que no tengo más que un duro... Con que no se corra mucho...». Hizo el otro un gesto tranquilizador y cuando el Tartera puso el servicio, si servicio puede llamarse un par de cuchillos con mango de cuerno, servilleta sucia y salero, y pidió órdenes acerca del vino, le dijo, dice: «¿Pardillo yo?... pa chasco... Tráete de la tierra».

Ya ha visto usted con qué salero bracea. ¿Y tirar de un carro?... Ni un elefante tiene su empuje. Ahí en el cuello verá usted las señales. Batiste no parecía descontento del examen, pero hizo esfuerzos por mostrarse disgustado, valiéndose de mohines y toses.

Se hace una querer del marido, enjaretándose los calzones como me los enjareto yo... Así se gobiernan las casas chicas y las grandes, señora, y el mundo. ¡Qué salero tienes! Alguna sal me ha puesto Dios, sobre todo en la mollera. Ya lo irá usted conociendo. Ea, que me marcho. Tengo que hacer en casa».

Palabra del Dia

buque

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