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Salamanca, en fin, será un mare magnum de portadas, de torres, de columnatas, de ojivas, de retablos, de púlpitos, de pinturas en tabla, en lienzo y al fresco, de sillerías y estatuas de madera, de verjas, de alhajas, de ornamentos, de ropas y de otras venerandas antigüedades.

Entre estos «chicos» heridos en la guerra, que habían pasado á la reserva naval y tripulaban el Mare nostrum, uno era distinguido por la predilección del viejo. Podía hablarle en español, á causa de sus navegaciones trasatlánticas, y además había nacido en Vannes.

Ahime, quest'é quell'hora, Che m'insegna á saper che cosa é affano. O del mio ben amico, avara notte, Perche si ratto corri, fuggi voli, A sommerger te estessa é me nel mare? Compárese con esto á Shakespeare: JULIET. Wilt thou be gone?

El Mare nostrum no sufrirá desgracia. Si le cambiasen el título... tal vez. Pero mientras se llame así, ¿cómo puede ocurrirle nada malo?... Sonriendo ante esta fe, empleó Ferragut su último argumento. Toda la tripulación iba á componerse de franceses: ¿cómo se entendería con ellos si ignoraba su idioma?... Yo lo todo afirmó el viejo soberbiamente.

Todo lo que los hombres habían escrito ó soñado sobre el Mediterráneo lo tenía el médico en su biblioteca, y lo repetía á su oyente. El mare nostrum de los latinos era para Ferragut una especie de bestia azul, poderosa y de gran inteligencia, un animal sagrado como los dragones y las serpientes que adoran ciertas religiones, viendo en ellos manantiales de vida.

El viejo capataz, enardecido por la voz de María de la Luz, parecía olvidar que era su hija, y soltaba la guitarra para echarla su sombrero a los pies. ¡Olé mi niña! ¡Viva su pico de oro, la mare que la crió... y el pare también!

Presentía una descarga general, una granizada de balas. Pero los perseguidores dudaron unos segundos, desorientados por la obscuridad, no sabiendo si era el capitán el que había caído por segunda vez. Sólo al ver á un hombre que corría hacia el buque conocieron su error y reanudaron los disparos. Ferragut pasó entre las balas, por el borde del muelle, á lo largo del Mare nostrum.

Pasaron ante la lúgubre bahía de los Difuntos, antiguo cementerio de buques de vela, y siguieron la navegación hacia el Sur, en busca del estrecho, para entrar en el Mediterráneo. Ferragut sintió orgullo al examinar el nuevo aspecto del Mare nostrum. La telegrafía sin hilos le mantenía en contacto con el mundo.

Las negativas rotundas de él y su piloto á los interrogatorios de los carabineros le libraron de nuevas molestias. «No sabían nada; no habían visto nadaEl capitán acogió con fingida indiferencia la noticia de haber sido encontrado en la misma noche el cadáver de un hombre, al parecer alemán, pero sin papeles, sin nada que permitiese su identificación, en un muelle algo lejano del lugar que ocupaba el Mare nostrum.

No lejos de , hacia la derecha, había un señor que cuatro o cinco veces, durante la lectura, dio un fuerte porrazo con el bastón en el suelo, gritando: ¡Olé! ¡Viva tu mare! El aplauso no era muy oportuno a la sazón, y me escamé un poco. Le dirigí alguna que otra mirada exploradora; pero no vi en su rostro nada que pudiera indicar intención de burlarse.