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El maestro Eustaquio Bouteloup es el director de una sala de armas situada en el barrio Monceau; tres amplias estancias, adornadas con floretes, espadas, caretas y fusiles antiguos; el maestro es un hombre de estatura mediana y horriblemente musculoso; lleva puesto el peto de asalto; su rostro evoca un retrato de Velázquez; para completar la imagen, sólo le falta la gorguera... Este hombrecito es el rey de la espada y su lección pasa por infalible; no ama mas que su arte y experimenta un placer sensual manejando espadas.

Fortunata soñó aquella noche que entraban Aurora, Guillermina y Jacinta, armadas de puñales y con caretas negras, y amenazándola con darle muerte, le quitaban a su hijo.

No falta en Galicia quien tome su mate por las tardes leyendo Caras y Caretas o El Mundo Argentino. Y a el separatismo político no me asusta; pero este separatismo práctico me parece una cosa muy seria. Las provincias están llenas con estatuas de grandes hombres, sin contar las grandes mujeres, como Concepción Arenal y doña Emilia Pardo Bazán.

En 1899 se asoció con Bartolito Mitre para fundar una revista ilustrada, que llegó a ser la popularísima Caras y Caretas, hoy convertida en magna empresa que coopera al desenvolvimiento de las artes y las letras. Su obra propiamente literaria consta de cinco libros, en los que supo sacar partido de sus cualidades de observador y de su estilo lleno de gracia picaresca.

La anaquelería se compone de una profusión de tarritos, de frasquitos, de útiles y objetos extraños, de caretas de caucho, de brochas, de instrumentos de masaje, de vibradores eléctricos, de espátulas, etc., etc. La tienda está dividida en seis departamentos. Una dama de aspecto muy juvenil está en el mostrador y comprueba las sumas de su libro Mayor.

Tatiste question, como dice Trabuco, a quien siento no ver entre nosotros. Esta sociedad que, desde luego, no se llamará de la templanza, se propone perseguir a los fariseos, arrancar las caretas de los hipócritas y arrancar del cuerpo social de Vetusta las sanguijuelas místicas que chupan su sangre. ¡Ahí, ahí le duele!...

Detrás de la mesa un sillón forrado de la misma tela que la silla que antes hemos visto, y detrás del sillón, y colgada de la pared, la cabeza disecada de un ciervo, sobre cuya profusa cornamenta descansa una linda escopeta de dos cañones, y debajo de la cabeza, y también colgados, un par de floretes, otro de caretas y un guante de esgrima.

Entre estas tiendas, la más bonita es una que pertenece á un alemán, siempre llena de bagatelas preciosísimas destinadas á grandes y pequeños. Es el bazar de la infancia infantil y de la adulta. Por Carnaval se llena de caretas burlescas; en Semana Santa de figuras piadosas; hacia Navidad de Nacimientos y árboles cargados de juguetes, y por Año Nuevo de magníficos objetos para regalos.

Unas veces quiere enseñarme a derribar, para llevarme luego a Sevilla, donde dejaré bizcos a los ternes y gente del bronce, con la garrocha en la mano, en los llanos de Tablada. Otras veces se acuerda de sus mocedades y de cuando fue guardia de corps, y dice que va a buscar sus floretes, guantes y caretas y a enseñarme la esgrima.

Bajaban coches de lujo, cuyos cocheros gritaban para evitar el desorden y los atropellos. Deteníanse los vehículos atarugados, y la gente, refugiándose en las aceras, se estrujaba como en los días de pánico. La tienda del viejo Schropp detenía a los transeúntes. Como se acercaba Carnaval, todo era cosa de máscaras, disfraces, caretas.