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Mire usted una preciosa que pillé ahora mismo.... Le digo a usted, Anita, que sirvo para el caso. ¿A ver? ¡Eso es lo que usted encuentra! Comida de bicharracos.... ¡Uuuuy! ¿Qué pasa? exclamó solícito Borrén.

Ambos prestaban atención suma, comprendiendo que presenciaban un episodio interesante del drama político español. Aquí se incuba algo, hombre exclamó Borrén inclinándose hacia su amigo. ¡Claro que se incuba! ¡El desbarajuste universal... y el picadillo que van a hacer de España esos señores!

Sobrado padre tartamudeó también disculpas de su hija, a quien quería entrañablemente; y Borrén, siempre obsequioso, acabó de repartir las golosinas.

»¡Oh! no, la última no dije, cruzando las manos. Concédeme hasta la noche, doce horas siquiera, un día entero, y que mis hazañas, mis triunfos, mi reputación militar, se borren para siempre de la memoria de los hombres; que no quede nada de sobre la tierra... Un día, Yago, te lo ruego.

Ni poncho con que taparnos. 658 Dichoso aquel que no sabe lo que es vivir sin amparo; yo con verdá les declaro, aunque es por demás sabido, dende chiquito he vivido en el mayor desmparo. 659 No le mermam el rigor los mesmos que le socorren; tal vez porque no se borren los decretos del destino, de todas parten lo corren como ternero dañino.

Entonces Baltasar miró a Borrén fijamente con ojos expresivos, más claros y categóricos que palabra alguna. Hay que decir en abono del confidente universal, que titubeó. Sin alardear de moralista, bien puede un hombre blanco que viste uniforme y peina barbas, encontrar que ciertos papeles son desairados y tontos.

El Círculo Rojo dijo Borrén . Están obsequiando a los delegados de Cantabria. ¡Llegar por mar ahora mismo y tener humor para correrla! exclamó el teniente . ¡Lástima de naufragio! ¿A usted qué le parece de estas algaradas, Sobrado? ¿Qué me ha de parecer? Que antes de dos meses nos embromarán allá por Navarra los del Terso.... ¡Quia! Eso nunca, hombre. Eso murió, y los muertos no resucitan.

¿Piensa usted ir? le preguntaba Borrén aquella tarde. ¿A qué? ¿A oír lástimas que no puedo remediar? ¡Algo bueno daría por estar ahora en Guipúzcoa! ¡Hombre... pobre chica! Baltasar tomó su café a sorbos, muy pensativo. Calculaba que la avaricia de su madre le exponía, tal vez, a un grave compromiso.

¿Ha visto usted qué día? preguntaba Borrén a la viuda de García, que bien quisiera dejar de serlo . Una garita ha derribado el viento; por más señas que cayó sobre el centinela, ¿eh?, y a poco le mata. Y usted, ¿cómo se vino desde su casa? ¡Jesús... puede usted figurarse! Con mil apuros.... Yo no cómo me arreglé para sujetar la ropa... y así todo.... ¡Quién estuviera allí!

Lo peor de todo es que harán de España mangas y capirotes.... Un golpe de gente que desembocaba en la calle cortó la réplica de Borrén. A la luz del astro nocturno se veía blanquear los instrumentos de metal y los papeles de música.