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Entre estas las había de muy diversas edades, desde la directora, una ágil morenilla de catorce, hasta un rapaz de dos años y medio, todo muerto de vergüenza y temor, y un mamón de cinco meses, que por supuesto venía en brazos. ¡Hombre! exclamó Borrén al ver a la morena. ¡Pues si es la chiquilla del barquillero! Somos conocidos antiguos, ¿eh? , señor... contestó ella intrépidamente . La misma.

Vaya, abur... que estoy medio trastornada y me da poco gusto ver gente. Iré con usted por si.... ¿Usted? murmuró ella entre irónica y desdeñosa . ¿Para qué? Abur, abur; ¡que si lo ven con una muchacha de mi clase! Abur. Y la Comadreja se escurrió por una callejuela, dejando a Borrén sin saber lo que le pasaba.

Usted entiende más de chicas guapas que de política, amigo Borrén. Nos van a divertir, créame usted. Ya anda en danza Elío, un militar si los hay.... Eso se va a organizar; verá usted cómo salen de la tierra igual que los hongos cuando llueve, pero equipaditos y con armamento. Y estos otros también van a sacar las uñas por Barcelona y donde haya blusas y fábricas.

Con todo, por seguir la broma, hizo el alférez que asentía a la opinión del capitán, y pronunció: Digo lo que el amigo Borrén: esta pollita nos va a dar muchos disgustos.... Los oficiales se echaron a reír, y Amparo a su vez se fijó en el que hablaba, sin comprender al pronto sus frases.

Hizo Borrén, la recomendación a su prima, que se la hizo al contador, que se la hizo al jefe, y Amparo fue admitida en la Fábrica de cigarros. El día en que recogió el nombramiento hubo en casa del barquillero la fiesta acostumbrada en casos semejantes, fiesta no inferior a la que celebrarían si se casase la muchacha.

Cada vez que el confidente y el enamorado pasaban cerca de un farol, la luz se proyectaba en la fisonomía de Borrén, siempre movida, agitada y descompuesta, cómica a pesar del exagerado carácter viril que a primera vista le imprimían los cerdosos mostachos, las pobladas cejas y la prominente nuez.

El hidalgo, que se tambalea de borrén a borrén, le gobierna sin cordura, y tan pronto le castiga con la espuela como le recoge las riendas. Cuando el caballo se encabrita, luce una gran destreza y reniega como un condenado. ¡Maldecido animal!... ¡Tiene todos los demonios en el cuerpo!... ¡Un rayo me parta y me confunda! UNA VOZ ¡No maldigas, pecador!

Cosas de Borrén.... Ese Borrén es célebre exclamaron con algazara los militares, a quienes no parecía ningún prodigio la chiquilla. Reparen ustedes, señores siguió el alférez ; la chica es una perla; dentro de dos años nos mareará a todos. ¿Qué dices a eso, señorita de Rosendez?

No era Borrén un casamentero, porque, generalmente hablando, el casamentero se propone un fin moral, y a Borrén la moral-hombre, con franqueza le tenía sin cuidado. Si el cuento acababa en nupcias, bien, y si no, lo propio; Borrén hacía arte por el arte; el amor le parecía objeto suficiente de mismo.

Baltasar no le había buscado para confidente; Borrén se ofreció, y es más, atizó el incendio, echó leña a la hoguera con sus frases de pólvora y dinamita.