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Actualizado: 13 de junio de 2025
Ana, viuda a la sazón de su capitán mercante, que andaba allá por Ribadeo, se prestó gustosa a ser, en cierto modo, la dueña guardadora de la Tribuna. Por su parte Baltasar se apoderó de Borrén. Estaban aún los dos enamorados en el período comunicativo. ¿Te dio palabra de casarse contigo? preguntaba Ana a su amiga.
Espere usted, Anita, que la acompaño murmuraba . Espere usted... puede ocurrírsele a usted algo. Encogiose de hombros Ana, y acortó el paso para dejar que se uniese Borrén. Emparejaron y caminaron en silencio por la carretera; Ana con los labios apretados y algo escalofriada y temblorosa, a pesar de ir muy arropada en el mantón.
La originalidad del caso está en que con toda su afición a las faldas, y sus profundos conocimientos de estética aplicada, no se refería de Borrén la más insignificante historieta. Viviendo siempre en una atmósfera fuertemente cargada de electricidad amorosa, nunca le hirió la chispa. Practicaba, en materia de amoríos, el más puro y desinteresado otroísmo.
Hasta mediados de abril aumentó la cosecha de fresilla; a principios de mayo comenzaba a disminuir, y escasearon los fresones de pulpa azucarosa, que tan suavemente humedecían la lengua. Don Enrique exclamaba Ana dirigiéndose a Borrén , ¿cuántas ha cogido usted ya? ¿Una y media? A ese paso, dentro de quince días las probaremos. No sirve usted... ni para coger fresas. ¿Cómo que no?
¿A mí? murmuró Josefina entre dientes y con agresivo silbido de vocales . No me pregunte usted, Borrén.... Esas mujeres ordinarias me parecen todas iguales, cortadas por el mismo patrón. Morena... muy basta. ¡Ave María, Josefina! dijo escandalizada Lola Sobrado . No tuviste tiempo de verla: es hermosa y reúne mucha gracia. Fíjate otra vez en ella... si vuelve a pasar, te daré al codo.
Miraba el alférez a la muchacha, y admirábase de las predicciones de Borrén: es verdad que había ojos grandes, pobladas pestañas, dientes como gotas de leche; pero la tez era cetrina, el pelo embrollado semejaba un felpudo, y el cuerpo y traje competían en desaliño y poca gracia.
No, hombre.... Esos son solaces a la alta escuela y por todo lo fino, que no le quitan a uno el sueño.... Es... una cigarrera. ¡Hola... picarón! ¿Esas tenemos, y tan calladito? Usted mismo me la enseñó y me habló de ella.... La chica del barquillero. Borrén chasqueó la lengua contra el paladar.
Borrén, ¿no es usted primo del contador de la Fábrica? Diga usted. ¡Hombre! es cierto. Del contador no, pero de su señora.... Es murciana, somos hijos de primos hermanos. ¡Magnífico! Dile tu nombre y tus señas, chica. Sí, hija... se hará lo posible, ¿eh?
Borrén le alargó la petaca, y Baltasar encendió nerviosamente un pitillo. Vamos, ¿cuántos candidatos dirá usted que hay al trono? prosiguió echando leve bocanada de humo al techo . Vaya usted contando por los dedos, si la paciencia le alcanza. Espartero... uno.
Organizose una especie de sociedad compuesta de cuatro personas, Amparo, Ana, Borrén y Baltasar; cada vez que celebraba sesión este círculo, ya se sabía que la Comadreja «cargaba» con el ronco y galanteador Borrén. Entreteníale con pesadas bromas, con todo género de indirectas y burletas, subrayadas por la risa de sus labios flacos, por el fruncimiento de su hocico de roedor.
Palabra del Dia
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