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Roberto se prepara mientras tanto á guardar á Diana con mayor severidad; pero ella, que tiene noticia de la última aserción sostenida por su hermano, y que se siente herida en su femenil orgullo, se dispone á probar lo imposible que es guardar á una mujer. Ramón, disfrazado de buhonero, se desliza en su casa, y anuda una intriga amorosa llevándole el retrato de Lisardo.

Y como la memoria, cuando está debidamente impregnada en los hechos comprobados, es algunas veces de una fecundidad sorprendente, el señor Snell recobró gradualmente la viva impresión del efecto que la fisonomía y la conversación del buhonero habían producido en él.

Según él, todo lo que decían de la mirada atravesada de aquel hombre no tenía sentido. Pero en la aldea aquellas palabras fueron consideradas como el habladero irreflexivo de un joven, pues no era sólo el señor Snell quien había encontrado que había algo de raro en la persona del buhonero.

Falto de trabajo después de la huelga, se ganaba el sustento yendo de cortijo en cortijo como buhonero, vendiendo a las mujeres cintas, hilos y retazos de tela, y a los hombres vino, aguardiente y periódicos libertarios cuidadosamente ocultos en aquel serón, almacén heterogéneo que, a lomos del borriquillo, vagaba de un extremo a otro de la campiña jerezana.

Algunos años antes, había emprendido con un camarada tan loco como yo, a través de Alsacia, Suiza y el Ducado de Badén un verdadero viaje de buhonero, con el saco a cuestas, a jornadas de doce leguas, rodeando las poblaciones de las cuales sólo deseábamos ver las puertas, y marchando siempre por sendas y atajos sin saber a dónde nos conducirían.

Se le acababa de ocurrir al señor Snell que era, como lo hizo observar, un hombre habituado a coordinar los hechos el relacionar con la caja de yesca, que en calidad de suplente del constable había tenido él mismo la honrosa distinción de encontrar, con ciertos recuerdos de un buhonero.

Por los años de 1752 recorría las calles de Lima un buhonero o mercachifle, hombre de mediana talla, grueso, de manos y facciones toscas, pelo rubio, color casi alabastrino y que representaba muy poco más de veinte años.

Por otra parte, a fin de arrojar más luz sobre esta pista de la caja de yesca, se recogió en las diferentes casas todos los artículos comprados al buhonero y se los llevó a la taberna del Arco Iris para ser expuestos allí públicamente. En fin, la convicción general en la aldea fue que, a fin de poner en claro la cuestión del robo, era preciso hacer muchas cosas en el Arco Iris.

Es cierto que habiendo entrado Godfrey Cass en la taberna del Arco Iris durante una de las frecuentes repeticiones que daba el señor Snell de su deposición, hizo poco caso del testimonio del tabernero. Declaró que él mismo le había confiado un cortaplumas al buhonero, y que éste le había parecido ser un tipo alegre, a quien le gustaba chancear.

Sólo en Matanzuela y en muy contados cortijos podía penetrar Manolo sin infundir alarma y encontrar resistencia. Rafael miraba al acompañante del buhonero creyendo reconocerle, pero sin determinar en su memoria quién era.