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Serán las diez, señorita. Y llueve. Eufemia atendió al ruido de la calle. , llueve. Vamos a salir. ¡A salir! , calla. Anda, tráeme un vestido tuyo, de percal, y un mantón tuyo y un pañuelo... vamos las dos de artesanas. Vamos al teatro, a la cazuela.

Iluminóse la fachada de la imprenta con farolillos venecianos. Las bellas y regocijadas artesanas de Sarrió, cogieron, como siempre, la ocasión por los pelos para bailar habaneras y mazurcas sobre los duros guijarros de la calle.

La doncella, en verdad, tenía sus motivos para no asombrarse tanto como los otros; primero, porque las locuras de la señorita eran para ella el pan nuestro de cada día, y locuras algunas de un género íntimo, secreto, que los demás no conocían; y además, se asombraba menos, porque conocía ciertos antecedentes. Juntas habían ido al teatro noches atrás, a la cazuela, vestidas las dos de artesanas.

No si me equivoco; pero esto es lo que me dicta mi sentimiento, ageno á toda preocupacion de envidia, de odio ó de historia. Es un arte magnífico, colosal; pero le falta un no qué de arte. Despues de examinar las estátuas, me interné en el paseo, y vi con mucho gusto á varias familias artesanas haciendo labores manuales, bajo los árboles de las glorietas.

En uno de los ángulos del Campo bailaban los aldeanos al son de la gaita y el tambor; en otro hacían lo propio las artesanas al compás de la banda municipal. La gente discurría por el espacio libre cada vez con menos desahogo, pues la calle del Cuadrante no cesaba de vomitar blusas azules y pañuelos de percal sobre el citado Campo.

¡Qué bonitas! La mujer del pueblo es más varia. Tenemos las artesanas y del pequeño comercio; tenemos las labradoras que viven en el Albaicín, en las Huertas, en el barrio de San Lázaro y en todos los arrabales; y tenemos la inmensa falange de criadas de aquella población donde apenas hay criados masculinos. Estos bailes y estos cantos son estrictamente nacionales y casi se reducen al fandango.

Pero donde brilla principalmente el estro de las jóvenes artesanas es en las coplas satíricas: no necesitamos añadir que el blanco preferente de sus sátiras es el mezquino, peligroso y sucio puerto de Sarrió. No suelen estar bien medidas las coplas; tampoco se ve en muchas de ellas el aguijón. ¡Qué importa!

Aben-Hamet al partir de Granada el corazón traspasado sintió? No hay que dudarlo. Las artesanas de Sarrió, cuyos arraigados principios estéticos son la admiración de propios y extraños, hoy sobre todo en que van desapareciendo los caracteres, hacen bien en mantener su independencia y en levantar la cabeza delante de las señoritas encopetadas de la villa.

Consistía en falda oscura y pañuelo color crema de seda atado a la cintura, como lo gastan las artesanas en mi país, y otro pequeñito de batista anudado a la garganta a guisa de corbata. De joven habría sido una mujer muy linda, aunque sin la gracia que caracterizaba a su hija, con quien guardaba cierto parecido, que más bien debiera llamarse aire de familia. El conjunto no era simpático.

De las dos doncellas de la casa, la una, Generosa, nada tenía que llamase la atención; la otra, Elvira, era una palidita, de ojos grandes y entornados, muy graciosa. Las artesanas de Sarrió no han entrado jamás por la ridícula imitación de las damas, tan extendida hoy, por desgracia, entre las de otros pueblos de España.